Días de emoción y euforia, pero también de oración y reflexión. La Visita del papa Benedicto XVI a Brasil, su primera a este continente, concluyó tras la inauguración de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe. Durante sus cuatro días en ese país, la Agenda de Benedicto incluyó un encuentro con jóvenes de toda Latinoamérica en el estadio de Pacaembu (San Pablo), la canonización de san Antonio de Sant’Anna Galvao, primer santo brasilero, una visita a un Centro de Reahibilitación para las adicciones en Guaratingueta, un encuentro con consagrados a la vida religiosa, con autoridades religiosas, con los obispos brasileros y con el presidente de Brasil Ignacio Lula Da Silva.
Una nutrida delegación de alumnos y profesores de la Universidad acompañó al Sumo Pontífice: los alumnos Francisco Rey Petit (Facultad de Ciencias Empresariales); María López Rouger (Ingeniería); Cristina Arce (Comunicación); Melisa Amarilla, Guadalupe Grimaux, María José Gotret (Ciencias Biomédicas); Agustina Figueroa, Francisco Bianchetti (Derecho); y los profesores Fernando Toller, padre Ricardo Cintra (Derecho), Ignacio Cassol (Ingeniería) y Victoria Brunelli (Ciencias Biomédicas).
“Los chicos se dieron cuenta de que era una oportunidad única”, explicó el padre Ricardo, capellán de Postgrados de Derecho, quien definió el encuentro como “el cumpleaños del Padre”. “Con esta visita entendí mejor el concepto de Papa como Padre; desde un lado humano lo viví como el encuentro de los hijos con el padre, se sintió un clima de fiesta familiar. Había que ser una piedra para no emocionarse”, expresó quien, por sus conocimientos del portugués (es oriundo de San Pablo), colaboró con la pastoral juvenil para el acceso de toda la delegación argentina a los eventos.
El punto máximo de esta peregrinación universitaria fue quizá el encuentro de Benedicto con los jóvenes en el estadio de Pacaembu. “Aaaargentiiiiiiiiiinaaaaaaaaa a ver si nos moveeeeeeeemoooooos…que sepa todo el muuuuuuuuundooooooooooo que al papa lo quereeeeeeeeeeeeeeeeemos” cantaban nuestros chicos, que como muchos declararon, vivieron la “universalidad de la Iglesia como nunca”.
Francisco Rey Petit, de la Facultad de Ciencias Empresariales, compartió su impresión con Australis «Benedicto es una persona de Dios. Es una persona que irradia vida, transmite paz y comunica alegría contra toda
primera impresión. Con sólo el hecho de mirar a tu alrededor, a todos los jóvenes, niños, adultos, padres de familia, madres, sacerdotes, señoras mayores con dificultades motrices, distintas nacionalidades,
razas, costumbres, distintos carismas, movimientos , gente que viajó desde muy lejos en condiciones precarias, todos juntos con un solo objetivo en común, unidos, sin rivalidades, uno se daba cuenta de que transmite muchas cosas. No se puede pasar por alto todo esto. Tengamos esperanza, no perdamos la fe. No podemos seguir nuestras vidas así como si no esté pasando nada. Dios existe, Jesucristo nos ama y María no defrauda. ¡Estamos hablando de una elección, no de una renuncia! Nosotros, los jóvenes, amamos a Dios, todos tenemos ese fuego de amor adentro, lo duro y complicado es exteriorizarlo. Anímense: Dios paga muy bien, nos alentó.»
A continuación, compartimos algunos de los párrafos del discurso de Benedicto XVI a los jóvenes.
Encuentro con los jóvenes
“En 1991, el Siervo de Dios, el Papa Juan Pablo II, de venerada memoria, decía, a su paso por Mato Grosso (Brasil), que los “jóvenes son los primeros protagonistas del tercer milenio […] son ustedes quienes van a trazar los rumbos de esta nueva etapa de la humanidad” (Discurso 16/10/1991). Hoy, me siento movido a hacerles idéntica observación.
“El Señor aprecia, sin duda, vuestra vivencia cristiana en las numerosas comunidades parroquiales y en las pequeñas comunidades eclesiales, en las Universidades, Colegios y Escuelas y, especialmente, en las calles y en los ambientes de trabajo de las ciudades y de los campos; se trata, sin embargo, de ir adelante. Nunca podemos decir basta, pues la caridad de Dios es infinita y el Señor nos pide, o mejor, nos exige, ensanchar nuestros corazones para que en ellos quepa siempre más amor, más bondad, más comprensión por nuestros semejantes y por los problemas que envuelven no sólo la convivencia humana, sino también la efectiva preservación y conservación de la naturaleza, de la cual todos hacemos parte.
“Jesús cuestiona al joven (Mt. 19, 16-22) con una pregunta muy importante: «¿Por qué me llamas bueno?» En esta pregunta se encuentra la clave de la respuesta. Aquel joven percibió qué Jesús es bueno y que es maestro. Un maestro que no engaña. Estamos aquí porque tenemos esta misma convicción: Jesús es bueno. Quizás no sabemos toda la razón de esta percepción, pero es cierto que ella nos aproxima a Él y nos abre a su enseñanza: un maestro bueno. Quien reconoce el bien es señal que ama, y quien ama, en la feliz expresión de San Juan, conoce a Dios (cf.1Jn 4,7). El joven del Evangelio tuvo una percepción de Dios en Jesucristo.
“Quien observa los mandamientos está en el camino de Dios. No basta conocerlos. El testimonio vale más que la ciencia, o sea, es la propia ciencia aplicada. No nos son impuestos de fuera, ni disminuyen nuestra libertad. Por el contrario: constituyen impulsos internos vigorosos, que nos llevan a actuar en esta dirección. En su base está la gracia y la naturaleza, que no nos dejan inmóviles. Necesitamos caminar. Somos lanzados a hacer algo para realizarnos nosotros mismos. Realizarse, a través de la acción, en verdad, es volverse real. Nosotros somos, en gran parte, a partir de nuestra juventud, lo que nosotros queremos ser. Somos, por así decir, obra de nuestras manos.
“Los años estáis viviendo son los años que preparan vuestro futuro. El “mañana” depende mucho de cómo estéis viviendo el “hoy” de la juventud. Ante los ojos, mis queridos jóvenes, tenéis una vida que deseamos que sea larga; pero es una sola, es única: no la dejéis pasar en vano, no la desperdiciéis. Vivid con entusiasmo, con alegría, pero, sobretodo, con sentido de responsabilidad.
“Mirándoos a vosotros, jóvenes aquí presentes, que irradiáis alegría y entusiasmo, asumo la mirada de Jesús: una mirada de amor y confianza, en la certeza de que vosotros encontrasteis el verdadero camino. Sois jóvenes de la Iglesia, por eso yo os envío para la gran misión de evangelizar a los jóvenes y a las jóvenes que andan errantes por este mundo, como ovejas sin pastor. Sed los apóstoles de los jóvenes, invítenlos a que vengan con vosotros, a que hagan la misma experiencia de fe, de esperanza y de amor; se encuentren con Jesús, para que se sientan realmente amados, acogidos, con plena posibilidad de realizarse. Que también ellos y ellas descubran los caminos seguros de los Mandamientos y por ellos lleguen hasta Dios.
“Podéis ser protagonistas de una sociedad nueva si buscáis poner en práctica una vivencia real inspirada en los valores morales universales, pero también un empeño personal de formación humana y espiritual de vital importancia. Un hombre o una mujer no preparados para los desafíos reales de una correcta interpretación de la vida cristiana de su medio ambiente será presa fácil de todos los asaltos del materialismo y del laicismo, cada vez más actuantes en todos los niveles.
“Sed hombres y mujeres libres y responsables; haced de la familia un foco irradiador de paz y de alegría; sed promotores de la vida, desde el inicio hasta su final natural; amparad a los ancianos, pues ellos merecen respeto y admiración por el bien que os hicieron. El Papa también espera que los jóvenes busquen santificar su trabajo, haciéndolo con capacidad técnica y con laboriosidad, para contribuir al progreso de todos sus hermanos y para iluminar con la luz del Verbo todas las actividades humanas (cf. Lumen Gentium, N. 36). Pero, sobretodo, el Papa espera que sepan ser protagonistas de una sociedad más justa y más fraterna, cumpliendo las obligaciones ante al Estado.
“Tened, sobretodo, un gran respeto por la institución del Sacramento del Matrimonio. No podrá haber verdadera felicidad en los hogares si, al mismo tiempo, no hay fidelidad entre los esposos. El matrimonio es una institución de derecho natural, que fue elevado por Cristo a la dignidad de Sacramento; es un gran don que Dios hizo a la humanidad, Respetadlo, veneradlo. Al mismo tiempo, Dios os llama a respetaros también en el romance y en el noviazgo, pues la vida conyugal que, por disposición divina, está destinada a los casados es solamente fuente de felicidad y de paz en la medida en la que sepáis hacer de la castidad, dentro y fuera del matrimonio, un baluarte de vuestras esperanzas futuras.
“Mi pedido hoy, a vosotros jóvenes, que vinisteis a este encuentro, es que no desaprovechéis vuestra juventud. No intentéis huir de ella. Vividla intensamente, consagradla a los elevados ideales de la fe y de la solidaridad humana. Vosotros, jóvenes, no sois apenas el porvenir de la Iglesia y de la humanidad, como una especie de fuga del presente, por el contrario: sois el presente joven de la Iglesia y de la humanidad. Sois su rostro joven. La Iglesia necesita de vosotros, como jóvenes, para manifestar al mundo el rostro de Jesucristo, que se dibuja en la comunidad cristiana. Sin el rostro joven la Iglesia se presentaría desfigurada.