La exhortación Apostólica sobre la Eucaristía

El cardenal Angelo Scola, patriarca de Venecia y relator general de la XI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, y el arzobispo Nikola Eterovic, secretario general del Sínodo de los Obispos, presentaron hoy en la Oficina de Prensa de la Santa Sede la exhortación postsinodal de Benedicto XVI «Sacramentum Caritatis», sobre la Eucaristía: fuente y cumbre de la vida y de la misión de la Iglesia.
El arzobispo Eterovic afirmó que la exhortación apostólica forma parte de «la serie de los grandes documentos sobre el sublime sacramento de la Eucaristía, como son, por ejemplo, los del Siervo de Dios Juan Pablo II «Ecclesia de Eucharistia» y «Mane nobiscum Domine». «La «Sacramentum Caritatis» se sitúa en esta continuidad y al mismo tiempo vuelve a proponer de un modo actualizado algunas verdades esenciales de la doctrina eucarística, exhortando a una digna celebración del rito sagrado, recordando la necesidad urgente de desarrollar una vida eucarística en la vida cotidiana».

El documento, añadió el secretario general del Sínodo, «presentando en modo accesible al hombre contemporáneo las grandes verdades sobre la fe eucarística, trata varios aspectos de actualidad en su celebración y exhorta a un renovado compromiso en la construcción de un mundo más justo y pacífico en el que el pan partido para la vida de todos sea cada vez más causa ejemplar en la lucha contra el hambre y contra todo tipo de pobreza».

El cardenal Angelo Scola recordó que el título de la exhortación apostólica «Sacramentum Caritatis», reafirmaba «la insistencia del Santo Padre en estos dos años de pontificado sobre la verdad del amor», que indica claramente que este es «uno de los temas cruciales sobre los que se juega el futuro de la Iglesia y de la humanidad».

La exhortación se basa «en el nexo inseparable de tres aspectos: misterio eucarístico, acción litúrgica y nuevo culto espiritual» y «está estructurada en tres partes, cada una de las cuales profundiza una de las tres dimensiones de la Eucaristía», es decir: «Eucaristía, misterio que se ha de creer; Eucaristía, misterio que se ha de celebrar y Eucaristía, misterio que se ha de vivir».

Refiriéndose a los lazos entre «Institución cristológica y obra del Espíritu», el Santo Padre aborda «la institución de la Eucaristía en relación con la cena pascual judía» en un «pasaje decisivo para iluminar el «novum» radical que Jesús aporta a la antigua cena ritual». «Efectivamente -comentó el cardenal- nosotros en el rito no repetimos el acto cronológicamente situado de la Última Cena de Jesús, sino que celebramos la Eucaristía como «novum» radical del culto cristiano». Jesús «nos llama (…) al misterio de muerte y resurrección, principio innovador de transformación (…) de toda la historia y del entero cosmos».

«Eucaristía e Iglesia», el segundo apartado, subraya que «la Eucaristía es el principio causal de la Iglesia: «en cada celebración confesamos la primacía del don de Cristo. El influjo causal de la Eucaristía en el origen de la Iglesia revela la precedencia no sólo cronológica sino también ontológica del habernos «amado primero». En «Eucaristía y septenario sacramental» se afirma que la «santísima Eucaristía lleva la iniciación cristiana a la plenitud y es como el centro y fin de toda la vida sacramental».

En la segunda parte, «Eucaristía, misterio que se ha de celebrar», se ilustra «el desarrollo de la acción litúrgica en la celebración, indicando los elementos que merecen una mayor reflexión y ofreciendo algunas sugerencias pastorales de gran importancia».

El Papa ofrece unas indicaciones sobre la riqueza de los signos litúrgicos (silencio, paramentos, gestos: estar de pie, de rodillas, etc) y el arte al servicio de la celebración. En este contexto se recuerda que el sagrario debe colocarse en un lugar visible en la Iglesia, gracias también a la lamparilla encendida.

En la tercera y última parte del documento, dijo el cardenal, «se muestra la capacidad del misterio creído y celebrado de constituir el horizonte último y definitivo de la existencia cristiana».Desde el inicio de la exhortación apostólica, constató el purpurado, «se subraya con fuerza que el don de la Eucaristía es para el hombre, responde a las esperanzas del hombre. (…) Los cristianos encuentran en la celebración eucarística al Dios vivo y verdadero capaz de salvar su vida. Y esta salvación tiene como interlocutora a la libertad humana». «En este contexto -continuó-, cobra especial importancia la responsabilidad de los cristianos que desempeñan cargos públicos y políticos».

«La exhortación -añadió el purpurado- recomienda vivamente a todos, pero en particular a los fieles laicos, «cultivar el deseo de que la Eucaristía influya cada vez más profundamente en su vida cotidiana, convirtiéndolos en testigos visibles en su propio ambiente de trabajo y en toda la sociedad».

Al inicio y al final del documento, Benedicto XVI subraya la relación entre la Eucaristía y la Virgen: «En María Santísima vemos perfectamente realizado el modo sacramental con que Dios, en su iniciativa salvadora, se acerca e implica a la criatura humana. De Ella hemos de aprender a convertirnos en personas eucarísticas y eclesiales».
Fuente: AICA