¿Son suficientes el estudio del cerebro y el concepto de mente para dar cuenta de la apertura del hombre a Dios?
Desde hace unos 20 años, se ha puesto de moda el estudio científico de la experiencia religiosa. Se buscan patrones culturales comunes en las creencias, sus posibles ventajas adaptativas y se exploran sus correlatos neurales. No es inusual, en este contexto escuchar que el ser humano tiene un cerebro “cableado para creer”. Pero, ¿Cómo pueden interpretarse estas investigaciones? ¿Son suficientes para dar razón del fenómeno religioso? Y, si resultan suficientes en su ámbito, ¿Implica esto que se ha demostrado que Dios es un invento de nuestro cerebro? ¿Qué relevancia objetiva pueden tener estos estudios para la cuestión de la fe religiosa?