Generar buenos recuerdos a partir de los objetivos cumplidos fortalece los equipos de trabajo.
Por Fernando Preumayr, profesor de Comportamiento Humano en el programa de Agronegocios de la Universidad Austral
Una de las cosas que las personas más valoran es el ambiente de trabajo. Sin embargo, las empresas pueden convertirse en espacios donde se respira tensión. Los dientes apretados detrás de los objetivos suelen convertir el ambiente laboral en algo pesado y hasta agobiante. Si todo el foco está puesto en los resultados y en el sentido del “deber hacer” perderemos de vista la dimensión profunda de los logros. Aca destacaremos el valor de celebrar estos logros.
Parar y mirar para atrás Una vez que terminamos una campaña, un plan de trabajo, es bueno parar y mirar atrás. Considerar los buenos resultados como logros es fuente de satisfacción, es una motivación altamente positiva para todo un grupo de trabajo. No se pueden dejar pasar estos momentos como si solo fueran parte de “lo lógico, lo esperado, el resultado natural”, o pensando como algunos padres que se limitan a decir a sus sus hijos después de algo meritorio “que no han hecho más que cumplir con su deber”.
Los logros son mucho más que metas alcanzadas u objetivos cumplidos, son algo que incluye a la gente. Así como un “desafío” suena más personal que un objetivo, un logro implica una participación e involucramiento vital en el trabajo. Lograr algo es alcanzarlo después de un esfuerzo importante.
Otra condición de esta perspectiva es que muestra la dimensión común y compartida de un sinnúmero de tareas y esfuerzos individuales. Es una prueba de lo que un equipo es capaz de conseguir trabajando duro, que no puede pasarse por alto. Hay que parar y destacarlo.
Por eso celebrar es tan importante, es hacer en cierta forma un homenaje a la vida que viene junto al deber de cada día. Es distender, es poner ánimo, alegría y motivos profundos para festejar. El que es incapaz de celebrar, con el tiempo se hace incapaz para ver y distinguir lo importante de lo accesorio, de leer la trama invisible que hay detrás del trabajo.
Encontrar el momento Si el obstáculo para festejar es el tiempo, habrá que encontrarlo. Si no tenemos tiempo para esto, es sinónimo de que no tenemos vida para ello, ya que el tiempo es solo una medida de la vida. Quien dice no tengo tiempo para celebrar, esta diciendo no me importa, no vale la pena. En el festejo y la celebración podemos encontrar valores comunes y relanzar nuestros proyectos. No se dan una idea del valor pedagógico de este acto.
Es una manera de reforzar el valor que le damos a la diversidad: la variedad en el mirar, el pensar y las formas de hacer, pero la unidad en los logros comunes.
Hay que permitir que nuestra gente se suba al barco de los logros, aún cuando pensemos que no son precisamente los artífices, hay que dejar el cálculo de lado y ser generosos en este sentido. Formar parte de un equipo con resultados y logros es también una manera de comenzar a sacar lo mejor de cada uno. A veces suponer una virtud es ya una manera de promoverla.
Así entonces busquemos en nuestros tiempos momentos para evaluar el trabajo y celebrar. Un fin de año, un fin de ciclo, una buena cosecha, una visita de alguien o lo que sea nos da la posibilidad de encontrar buenas excusas para celebrar logros y fortalecer el espíritu común.
Buenos recuerdos, comunicación y heridas Los logros y su celebración son una fuente inagotable de buenos momentos para todos. Esto no es solo “pasarla bien” , es mucho más que eso. Es fundamentalmente la base para tener buenos recuerdos en el ambiente de trabajo. Esos buenos recuerdos son cosas que nos unen a los demás, así como los malos recuerdos nos alejan de los ambientes donde los vivimos o de las personas.
¿Acaso todos no tenemos presente que cuando nos juntamos con viejos compañeros de colegio hablamos siempre de lo mismo? Las anécdotas y cuentos siempre nos remiten a lo bueno que vivimos juntos. Eso es motivo de unión y afinidad.
Si nuestra empresa es causa de buenos recuerdos habremos logrado sumar, dejar un rastro positivo que perdura. Estamos más cerca de ser una empresa atractiva.
Además, los buenos recuerdos nos facilitan la comunicación, la interacción con los más próximos. Cuando hemos sido compañeros de tarea y de ello guardamos buena sensación todo será más fácil. La cercanía ayuda a hacer más fácil lo difícil como la convivencia, que no es sencilla.
Otra cosa en que ayuda juntarse y celebrar es a restañar heridas, superar malos entendidos, diferencias. Nadie es “tan malo o complicado” cuando hemos podido compartir un buen ambiente. Limar diferencias es parte del trabajo de gestionar equipos y personas, hacer salir a flote lo mejor de cada uno en lugar de lo peor.
Una empresa que genera buenos recuerdos es un lugar a donde más de uno quisiera trabajar. Donde se es reconocido, donde se tiene un lugar. Celebrar logros forma parte de este propósito.
No alcanza con tener empresas sustentables, eficaces y productivas. En el futuro la llave de la empleabilidad estará asociada a esta atractividad, fruto del buen ambiente y la apertura.
Hacer sentir a nuestra gente que han sido exitosos o capaces es una manera de ir influyendo en la cultura de la empresa. Los resultados positivos reafirman valores y creencias sobre las que se sustenta la cultura. Si premiamos la iniciativa, toleramos los errores, corregimos con criterio, ayudamos y aconsejamos, vamos cimentando un grupo sólido y dispuesto a arriesgar para mejorar lo que tienen entre manos. Por eso, celebrar es un signo inequívoco de apoyo y aliento que no debemos perder oportunidad de hacer.
Clarín Rural / 09-06-2017