Soy Karina, tengo 35 años, llevo 7 años casada con Alfonso y tenemos una hermosa hija de 4 años.

Después de varios años de matrimonio y luego de repetidas discusiones por los mismos temas, la situación de pareja se estancó en un círculo vicioso donde no encontrábamos ninguna salida -parecía que hablásemos idiomas diferentes- el divorcio era la única opción (sin darnos cuenta que esta “salida” podría generar otros problemas iguales o mayores a los que ya teníamos).

Las discusiones se enmarcaban en los mismos problemas que veníamos arrastrando desde que nos casamos; el principal fue la desconfianza generada por las mentiras u ocultamientos hacia mi esposo (que ocurrieron en un principio, posteriormente esta situación cambió, pero Él estaba cansado y desconfiaba de todo cuanto le dijera) esta desconfianza desencadenó en celos e intolerancia.

Decididos a separarnos y con el corazón roto quisimos agotar una última opción (ya que anteriormente habíamos acudido a otros recursos); se presentó la oportunidad de conversar con dos orientadoras familiares quienes con su experiencia supieron orientarnos para que tomásemos las mejores decisiones con calma y en beneficio de nuestra hija y el nuestro.

Tuvimos varias sesiones, sin presión, simplemente con sugerencias de su parte, las orientadoras supieron mostrarnos desde otra perspectiva la situación por la que estábamos atravesando; no fue fácil, pero gracias a estas conversaciones, logramos “hablar el mismo idioma” y ver más allá del divorcio otras opciones, ¡claro!  requieren paciencia y constancia (como todo lo que vale la pena en la vida).

Mi recomendación a todas las parejas que atraviesan problemas: Antes de rendirse agoten todas las opciones, no se queden con el problema, busquen orientación familiar. Puede ayudarlos como nos ayudó a nosotros, ¡no se den por vencidos!

Karina*
*Los nombres han sido cambiados para preservar la intimidad de la familia.

Fuente: Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires
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