El hombre es un ser familiar. Ciertamente, la existencia de relaciones de paternidad, maternidad y filiación es una realidad universal y omnipresente verificada en la totalidad de las sociedades actuales y en las históricamente conocidas. No existen, pues, ni han existido comunidades sin estructura familiar, aún como expresiones de la índole más variada. Y esto es así porque la familia compone el principal ámbito de desarrollo y el espacio que la dignidad humana reclama, en el que cada integrante se personaliza de manera progresiva. Claro está, somos personas y a la vez plenificamos nuestro ser personal en la familia, en un conjunto de relaciones en el que lo que se vincula es lo más visceral y específico de nuestro ser: nuestra intimidad. Es por esto que la vida familiar, sin dudarlo, es la influencia de mayor profundidad y duración que impacta en el ciclo vital humano.
Si bien la realidad familiar en su conjunto transita en la actualidad marcados giros, conserva, no obstante, un espacio protagónico en el tejido social y actúa como punto de anclaje en medio de las continuas y vertiginosas transformaciones que la humanidad experimenta. Ahora bien, si en el pasado el examen de las relaciones interpersonales mantenidas en el entorno familiar era obra de psicólogos y especialistas en el desarrollo infantil, hoy en día constituye un campo prolífico de exploración multidisciplinar. Las ciencias han redescubierto la familia, y actualmente existe un número creciente de pensadores, provenientes de distintas ramas, interesados en su análisis y abocados a él. Precisamente, la complejidad del escenario es proporcional al creciente interés de la comunidad científica respecto de estos temas, lo que ha agilizado numerosas y valiosas aportaciones. Las Ciencias para la Familia se recortan en este escenario como un campo disciplinar transversal y a la vez específico en el que confluyen marcos teóricos diversos y múltiples enfoques y perspectivas de abordaje.
Partimos de la constatación de que la familia, como realidad social, está en plena evolución porque es en sí misma una entidad versátil, en movimiento, que va modificándose con el paso del tiempo y el curso de su ciclo vital. Pero, a pesar de este dinamismo implícito, continúa siendo el ámbito más significativo desde el punto de vista ontológico, pues las variaciones accidentales no alteran su esencia. Probablemente porque su impronta es la primera y más persistente, y, además, porque las relaciones intrafamiliares suelen caracterizarse por una intensidad afectiva especial, una marcada permanencia temporal y una capacidad configuradora de la totalidad de los vínculos posteriores.
El curso de la historia y las características de la sociedad contemporánea determinan una creciente necesidad de especialización y, a un tiempo, la disposición de una mirada integradora y holística que contenga a la persona humana en la totalidad de sus dimensiones y la sitúe en su contexto primario de pertenencia: la familia. De tal manera, este estudio no admite improvisaciones y exige la concurrencia de competencias específicas para afrontar, analizar y comprender las disímiles situaciones que emergen a diario.
Dada la cabal importancia de las funciones propias de la familia y las dificultades añadidas generadas por el contexto social aludido, la demanda de formación profesional crece y se afianza en busca de conocimientos, habilidades y recursos que permitan afrontar y dar respuesta satisfactoria a las diferentes problemáticas y necesidades actuales.
En este marco se inserta la propuesta formativa del Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad Austral. La Licenciatura en Ciencias para la Familia, ciclo de dos años de duración, otorga un título de grado universitario al que se puede acceder con estudios previos de nivel terciario o de pregrado. El primero y único en su especificidad en Argentina, que apunta a formar profesionales íntegros y comprometidos con los valores primordiales y familiares, y con la sociedad en su conjunto.