Un artículo de opinión de la O.F. María Inés Mora sobre la nota del Diario La Nación escrita por Loreley Gaffoglio L. bajo el título: Ojotas y libertad: en verano, los millennials expanden sus límites. Hacé clic aquí para leerla.
Lo leí motivada por una amiga, y por su título gancho. Pido disculpas por el lenguaje impropio, pero pienso que es necesario saber en qué están los adolescentes y sus padres hoy en día, para elaborar una educación integral, inteligente, afectiva, y efectiva, con conocimiento de las características que marcan nuestro tiempo.
Sólo copio parte del discurso del padre en cuestión para el análisis: “¿Te van a hacer caso si les decís que no lo hagan? Hacerlo supone no enterarte más de nada.». “José lo pone en estos términos: «Si querés cambiarles su realidad, fracasás. Lo que sí podés hacer es fijarles algún límite claro dentro del contexto de la vida que llevan”.
En primer lugar observamos que este padre (en situación de familia ensamblada, que ya de por sí tiene implicancias y consecuencias en la educación de la prole), actúa desde el temor de poner un límite claro a sus hijos, con respecto a la forma de divertirse en las salidas nocturnas.
Observamos también cómo influye en estos chicos, el uso y abuso de las tecnologías y las redes sociales, ya que se afirma “usan tecnologías para definir sus identidades”. Sabemos que estamos leyendo un artículo escrito por un periodista sin conocer su cosmovisión. Pero nos sirve analizar lo que expone sin juzgar, con el objetivo de trabajar nuestros intereses pedagógicos. Lo que sí podemos aclarar es que la identidad de cada quien se define desde el propio interior e intimidad de esa persona. Y allí es donde abrimos un abanico de posibilidades.
El editor explica que se ha creado una nueva red social llamada Phhhoto, donde los participantes pueden subir selfies en movimiento. Quizá lo rescatable es que este progenitor se una al sistema para estar más comunicado con los integrantes de su familia. Dependerá del cómo lo use y para qué, de forma de conservar su lugar de educador. Promoviendo el diálogo, la unión, el acompañamiento y el compartir cada etapa de su crecimiento. Desde su rol de padre amoroso, que vela por el buen vivir de sus hijos, para que sean “buenos” en el sentido expresado por los clásicos griegos.
Ser padres da temor a enfrentar los enojos y las discusiones. Pero ¿Qué es lo más sano? ¿Que los hijos caminen sin la guía que les corresponde de acuerdo a su edad cronológica? ¿O que sepan lo que se espera de ellos aunque cueste unas cuantas disputas? Si saben y eligen erróneamente, serán responsables de su elección, y de ese modo se irán forjando. De lo contrario, la responsabilidad queda en los padres porque “vos no me advertiste”. Se trata de enseñar a optar por lo bueno. Se trata de amar.
En este contexto, vale la pena refrescar la mirada, sobre lo que significa amar. Tomás Melendo lo expresa como “apuntalar con todo nuestro ser – entendimiento, afectividad, actitudes, habilidades, posesiones, capacidad de entrega y servicio…- el ser de la persona a la que queremos”. Es decir, implica poner todo de nosotros, incluso el sacrificio que conlleva renunciar a la propia comodidad, para acompañar a ese hijo, en todo momento, pero especialmente en aquellas cosas que más le cuestan.
Asimismo, amar es don, es dar y darse uno mismo con actos concretos de entrega. Como por ejemplo ceder nuestro tiempo para compartir y saber en qué están nuestros hijos, cuáles son sus intereses, dudas y desafíos de acuerdo a la edad.
Y por otro lado, como afirma Yepes Stork (2003) amar es “dar la verdad que se tiene, enseñar lo que se sabe. Por eso también amar es corregir cuando vemos que la persona amada se equivoca: no queremos dejarla en el error” (Pág. 151).
En conclusión, el verdadero amor de los padres se verá reflejado cuando se distinga un cariño de servicio, para marcar los límites necesarios, para guiar la conducta de los hijos en orden al mejor vivir una vida buena, de acuerdo a su único e irrepetible modo de ser. De esta conducta surge un vínculo que nos permite afirmar como Rafael Alvira (2010) que “Aquello que amamos nos atrae siempre, nos llena, nos hace felices. Por eso la familia, la casa, es el lugar al que se vuelve”.
O.F. Ma. Inés Mora- Enero de 2016
Referencias Bibliográficas
Alvira, R. (2010). El lugar al que se vuelve. Reflexiones sobre la familia. Navarra: EUNSA.
Melendo, T. (2015). Bloque 2: La esencia del amor humano. Material didáctico del Máster en Ciencias para la Familia, Universidad de los Andes, Chile.
Yepes Stork, R., & Aranguren Echeverría, J. (2003). Fundamentos de Antropología. Un ideal de la excelencia humana. Navarra: EUNSA.