15 de noviembre de 2016
Sobre cómo será la política del presidente electo de los Estados Unidos, Donald Trump, en los escenarios globales, opinó para Télam Davide Caocci, profesor de la Escuela de Gobierno, Política y Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad Austral.
Lo que muchos consideraban impensable, ocurrió. Los electores estadounidenses eligieron a Donald Trump como 45° presidente de los Estados Unidos.
El resultado confirma la propagación del rechazo de la política tradicional y de los políticos profesionales en todas las latitudes, tanto en Norteamérica como en América Latina y Europa.
Sin embargo, en estos primeros momentos, sería prudente mantener cierta cautela antes de aventurarse con previsiones sobre las políticas que adoptará el próximo presidente.
En primer lugar, porque unas cosas son los discursos de la campaña y otras los hechos reales de gobierno diario. La campaña de Trump fue un espectáculo continuo, pero los próximos cuatro años serán un desafío continuo. En segundo lugar, tenemos que considerar las dinámicas y las convergencias de los intereses concretos además de las situaciones que afectan a las acciones posibles: los grupos de presión son muchos y los intereses representados muy importantes. En tercer lugar, el nuevo presidente no tiene experiencia política y los Estados Unidos todavía son uno de los países más poderosos del mundo: Cualquier acción de gobierno requiere de competencia, inteligencia y pragmatismo, es el trabajo de un gran equipo multidisciplinario. Fundamentales serán las personas que Trump ponga a su alrededor como asesores técnicos.
De todas formas se pueden realizar algunas predicciones. Es probable que se retome una retórica aislacionista, bajo el lema de «América Primero» y la obsesiva protección de los intereses del país. Pero Trump es un hombre de negocios, y conoce muy bien el estado real de los mercados globales y el rol central que su país juega en ellos: sabe que hoy nadie puede cerrar sus puertas a los flujos comerciales internacionales, y Estados Unidos menos aun.
Además, es posible un replanteo de los acuerdos con México y Canadá, los socios del NAFTA, así como la apertura de una nueva mesa de debate con los aliados de siempre, la Unión Europea y el Reino Unido, para repensar las relaciones bilaterales. Más difícil decir que pasará con el Tratado Trans-Pacifico, el TPP, que tendría que ser ratificado antes del mes de febrero, y con China, que todavía tiene en sus manos más de la mitad de la deuda externa de Washington y es el único verdadero competidor existente.
Si los temas económicos son sensibles, los de políticas exteriores son terribles: Trump declaró que desde ahora los aliados de la OTAN tendrán que pagar la protección militar brindada por Estados Unidos, y que el enfoque de las fuerzas armadas estadounidenses será más defensivo que ofensivo.
Rusia y Siria son dos escenarios muy delicados donde el nuevo presidente tendrá que tomar decisiones, en particular por la supuesta relación de «amistad» con Putin y las sospechas de relaciones comerciales con empresas cercanas al Kremlin.
Con respecto a Siria, Trump afirmó en distintas ocasiones que habría que encontrar una solución que respete el status quo: Assad presidente, fronteras con Iraq, lucha conjunta a los terroristas del Estado Islámico, alianza estratégica con Moscú para una progresiva retirada desde la región.
Hasta este momento, la personalidad del nuevo mandatario se presentó bastante propensa a la simplificación, careciendo de gran profundidad de análisis. Mediterráneo, Asia, África subsahariana y Latinoamérica entran en la misma bolsa y no ocupan mucho lugar en su agenda, o así parece.
Pero Donald Trump es demasiado inteligente para subestimar el peso que estas regiones tienen para con los equilibrios globales, y es demasiado orgulloso para no querer ocupar un papel de protagonista en ellas.
En conclusión, en el clima de incertidumbre y preocupación comprensible que sacude a los Estados Unidos luego de la elección de su próximo presidente, es un hecho la necesidad urgente para todos, incluyendo a analistas de asuntos internacionales, gobiernos, inversores y ciudadanos comunes, que Trump asuma su proprio rol presidencial dejando de lado el personaje de campaña que llevó durante los últimos dieciocho meses. Sin duda va ofrecer sorpresas interesantes.