Marcela Flores, profesora de la Facultad de Derecho, especialista en derecho ambiental, opinó para Télam sobre: Es necesario proteger la fauna silvestre y el ambiente donde habitan para evitar consecuencias en el ámbito económico.


Es necesario proteger la fauna silvestre y el ambiente donde habitan para evitar consecuencias en el ámbito económico

El 3 de marzo fue declarado el Día Mundial de la Vida Silvestre, a raíz de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES), una de las herramientas más poderosas para la conservación de la biodiversidad y que tiene como objetivo la protección de la flora y fauna silvestre del comercio ilegal.

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Si bien solo observar montañas, lagos, ríos, la inmensidad del mar, la llanura, el cielo, en definitiva los paisajes que nos rodean con la vida que habita en los mismos nos hace cada día, agradecer por los dones que nos brindan, celebrando su belleza y generosidad, al celebrarse ayer el “Día Mundial de la Vida Silvestre” resulta importante especialmente reflexionar sobre la responsabilidad que como parte del mundo en que vivimos tenemos en conservarlo, cuidando su integridad para que pueda ser disfrutado por toda la sociedad y su descendencia (equidad intergeneracional).

La secretaría de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES, en sus siglas en inglés), en colaboración con otros organismos de la ONU, ha puesto en marcha la celebración del Día Mundial de la Vida Silvestre fijando como fecha el 3 de marzo, siendo por dicho motivo que me permito hacer hincapié en la necesidad urgente de crear conciencia en el cuidado de la fauna silvestre y el ambiente donde habita, ya que su falta de protección trae aparejado consecuencias de gran alcance el ámbito económico, medioambiental y social.

En el sentido de lo que venimos escuetamente expresando, recordamos la necesidad de conjugar las tres dimensiones del desarrollo sostenible (económico, ambiental y social) en todas las acciones que realiza el hombre; las que no pueden de ninguna forma tratarse por separado, ya que el descuido de una de ellas causará un desequilibrio difícil de restablecer. Por todo ello, resulta esencial lograr el equilibrio a través de una política ambiental eficiente y sostenida en el tiempo que nuestro derecho ambiental vigente a nivel nacional ha regulado conforme lo establecido en el artículo 41 de la Constitución Nacional reformada en el año 1994.

En Argentina por ser un país federal, para lograr establecer un sistema uniforme de protección del ambiente, han resultado muy valiosos los principios que se desprendieron del artículo 41 de la Constitución y fueron plasmados en el artículo 4to de la Ley Nacional de Presupuestos Mínimos n° 25.675. Dichos principios son utilizados como herramientas fundamentales para que las autoridades de los diversos poderes y jurisdicciones puedan ejercer sus funciones en la defensa y protección del ambiente, lo que ha sido además reforzado con la incorporación al nuevo Código Civil y Comercial unificado por Ley Nacional N° 26.994 de los artículos.14, 240 y 241 entre otros.

Siguiendo en este orden de ideas y respecto a la importancia que posee el logro del desarrollo sostenible y el derecho/deber de toda persona de perseguirlo, me permito transcribir lo expresado por el Obispo emérito de Roma, S.S. Benedicto XVI durante su Pontificado, en la Audiencia General del miércoles 27 de enero de 2010 en la que mencionó un rasgo característico de la espiritualidad de San Francisco de Asís de la siguiente forma: “… el sentido de la fraternidad universal y el amor a la creación, que le inspiró el célebre Cántico de las criaturas es un mensaje muy actual. Como recordé en mi reciente encíclica Caritas in Veritate, sólo es sostenible un desarrollo que respete la creación y que no perjudique el medio ambiente (cf. nn.48-52)…” En la Carta Encíclica Caritas in Veritates antes mencionada, afirma también en el punto 50 in fine, que: “…Una de las mayores tareas de la economía es precisamente el uso más eficaz de los recursos, no el abuso, teniendo siempre presente que el concepto de eficiencia no es axiológicamente neutral….”

Y volviendo a la obligación de toda la sociedad de proteger a la fauna y flora silvestre que el 3 de marzo conmemoramos por ser su efeméride, ligado a los conceptos de eficiencia y equidad intergeneracional, cito el punto 10 de la Carta Encíclica “Laudato Sí” del 24 de mayo de 2015 dictada por el Sumo Pontífice, Papa Francisco, y la segunda parte del punto 56 de su Exhortación Apostólica, Evangelii Gaudium, de fecha 24 de noviembre de 2013, donde Su Santidad alerta sobre la necesidad de proteger la naturaleza (nuestra casa común) por la fragilidad de su equilibrio natural, frente a posibles acciones irracionales y desmedidas que pueden realizarse si no se respetan los límites o capacidad de carga de los recursos a los fines de lograr el desarrollo sustentable:

“…. San Francisco de Asís. 10. No quiero desarrollar esta encíclica sin acudir a un modelo bello que puede motivarnos. Tomé su nombre como guía y como inspiración en el momento de mi elección como Obispo de Roma. Creo que Francisco es el ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una ecología integral, vivida con alegría y autenticidad. Es el santo patrono de todos los que estudian y trabajan en torno a la ecología, amado también por muchos que no son cristianos. Él manifestó una atención particular hacia la creación de Dios y hacia los más pobres y abandonados. Amaba y era amado por su alegría, su entrega generosa, su corazón universal. Era un místico y un peregrino que vivía con simplicidad y en una maravillosa armonía con Dios, con los otros, con la naturaleza y consigo mismo. En él se advierte hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior…”.

“… 56. … El afán de poder y de tener no conoce límites. En este sistema, que tiende a fagocitarlo todo en orden a acrecentar beneficios, cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta…”,

Así, esta celebración que me convoca a escribir estas líneas, recuerda el valor intrínseco de la fauna y la flora salvajes, que constituyen aspectos ecológicos, genéticos, sociales, económicos, científicos, educativos, culturales, recreativos y estéticos del desarrollo sostenible, y me permite al mismo tiempo remarcar a pesar de su obviedad, que la sociedad debe despertar para ser artífice de la ardua tarea de luchar por la defensa del ambiente, su casa común, frenando entre otras acciones el comercio ilegal de la vida silvestre, que causan graves problemas ambientales, siendo algunos de ellos: la introducción en otros hábitats especies invasoras que causan desequilibrio en los ecosistemas, la merma de las especies que no se adaptan a los lugares donde son trasladadas y su desaparición entre otros efectos. Nuestro derecho si bien ha evolucionado positivamente en la regulación de la defensa del ambiente, aún la protección de la vida silvestre no ha encontrado una regulación eficiente en todo el país que nos permita su conservación efectiva.