La lucha contra el terrorismo en la agenda del G20

Clarín nota terrorismo

 

Mariano Bartolomé, profesor de la Escuela de Política, Gobierno y Relaciones Internacionales, analizó para Clarín el lugar que ocupa el terrorismo en la agenda del G20. 


 

 

El azote terrorista tiene plena vigencia: los centros de estudios que monitorean su evolución a nivel global reportan más de 25 mil víctimas fatales anuales, distribuidas en casi 80 países. 

Lentamente parece configurarse en el tablero mundial un mecanismo de gobernanza global del terrorismo, amenaza que, junto a la proliferación nuclear, ocupa posiciones relevantes en la agenda de la Seguridad Internacional contemporánea.

Es que el azote terrorista tiene plena vigencia: los centros de estudios que monitorean su evolución a nivel global reportan más de 25 mil víctimas fatales anuales, distribuidas en casi 80 países. Más allá de sus particularidades, un hilo conductor parece hilvanar a la gran mayoría de esas agresiones: su autoría remite a la organización Estado Islámico (Daesh) o alguna de sus entidades asociadas.

La arquitectura de esa iniciativa de gobernanza reconoce dos claros pilares, uno de los cuales son las Naciones Unidas, entidad que logró instrumentar hace una docena de años una Estrategia Contraterrorista que pretendió convertirse en un instrumento eficaz para ampliar y mejorar los esfuerzos internacionales en esta materia. Engloba acciones contribuyentes a ese objetivo de una quincena de sus agencias y programas especializados, más otras tantas dependencias de la Secretaría General, y es revisada con una frecuencia bianual. El portugués Antonio Guterres, actual Secretario General de la ONU, a poco de asumir su cargo centralizó la dirección de esa estrategia en una flamante Oficina de Lucha contra el Terrorismo que colocó bajo su órbita directa, jerarquizándola.

Además, en su quinta y última actualización, la Estrategia incorporó el aporte realizado en las postrimerías de su mandato por el antecesor de Guterres, Ban Ki-Moon, consistente en un Plan de Acción para Prevenir el Extremismo Violento, rápidamente aprobado por la Asamblea General y luego ampliado y enriquecido a partir de su debate en la ciudad de Ginebra.

El otro pilar de la incipiente arquitectura que se está montando para lidiar con la mencionada amenaza transnacional es el Grupo de los Siete (G7), que hace dos años aprobó en la ciudad japonesa de Ise-Shima un paquete de acciones concretas y prioritarias para optimizar los resultados de los esfuerzos contraterroristas. Los consensos alcanzados subrayan la necesidad de apoyar el accionar de las instituciones multilaterales en sus esfuerzos en este complejo tema ponderando tanto la Estrategia Contraterrorista de la ONU, como la iniciativa elaborada por Ban Ki-Moon.

Todo este legado ha sido asumido por el G20. En su último cónclave de Hamburgo acordó un conjunto de medidas concretas que incluyen el incremento del intercambio de información sobre potenciales “lobos solitarios”; la lucha contra la financiación de las redes terroristas; la eliminación de santuarios; la denegación del uso de Internet y redes sociales para actividades de esas organizaciones violentas, entre otras. Además, se le asigna un rol preponderante a la iniciativa privada, particularmente en la revisión y eventual bloqueo de contenidos radicalizados en Internet y las redes sociales, y en el desarrollo de nuevo software que permita realizar esas tareas de manera rápida y eficiente.

Resulta claro que el G20 ha decidido desempeñar un rol protagónico en la articulación de los esfuerzos de los actores más relevantes del escenario internacional por controlar de manera eficaz, y erradicar, el flagelo terrorista. Todo indica que este largo camino ya se da en Buenos Aires donde acaba de concluir una reunión del G20.

Nuestro país, anfitrión, es necesario que contemple la inclusión de esa cuestión en las agendas de trabajo y desarrolle una postura clara e integral frente a ese tema, que no puede resultarle ajeno.