La abogacía en versión 4.0

Gabriela Marsiglia a

Gabriela Marsiglia, directora del Programa Administración y Justicia 4.0, explicó para Infobae cómo debe encararse el futuro de la abogacía y los adelantos tecnológicos que ya se están aplicando en esta profesión.


«Nadie puede bañarse dos veces en el mismo río», aseveró Heráclito de Éfeso en el año 500 a.C. Con esta frase el filósofo nos enfrenta al cambio y al fluir permanente, nos desafía a aceptar lo nuevo. El surgimiento exponencial de la inteligencia artificial nos obliga a revisar nuestro trabajo, no solo para adoptar una herramienta más, sino porque se constituye como un nuevo actor, que produce cambios en la vida cotidiana, que reemplaza al abogado en muchas de sus tareas, haciéndolas más rápido y con mejores resultados.

Lo nuevo brota sin freno. Hoy la inteligencia artificial puede leer y procesar millones de datos, detectar la información relevante y proponer una respuesta exacta. El blockchain, o cadena de bloques, permite un registro virtual que autentica documentos. Las plataformas de internet y los servicios en línea brindan asesoramiento jurídico y podrían resolver disputas legales. Los contratos inteligentes pueden ser utilizados, entre otras cosas, para la compra de propiedades, bonos o acciones.

Estas temáticas, que hasta hace poco se hubieran creído destinadas a ingenieros o expertos en informática, ahora se dictan en las facultades de Derecho. Aprender sobre tecnologías disruptivas, inteligencia artificial, Blockchain, criptomonedas, bigdata, algoritmos predictivos, ya es cosa de abogados.

Es cierto que estas herramientas podrán reemplazar algunas actividades que realizamos cotidianamente, pero no lo es menos que las nuevas tecnologías aportarán un valor agregado a nuestros servicios profesionales. El desafío, entonces, está en visualizar y entusiasmarse con la nota habilitante de las nuevas prestaciones que los abogados podremos ofrecer, más que hacer hincapié en la faz sustituyente de las tecnologías disruptivas. No hay espacio para reticencias ni para nostalgias.

El profesor de la Universidad de Oxford, Richard Susskind, sostiene que la figura del abogado se transformará radicalmente en los próximos 5 a 10 años. Muchas decisiones judiciales podrán ser tomadas por tribunales virtuales. Del juez al abogado, el conjunto del sistema jurídico está bajo presión, impactado por la inteligencia artificial.

La suma de la información existente, los patrones para elaborar un contrato o dictar una sentencia pueden ser estandarizados y aplicados por los sistemas expertos. Lo que no se reemplaza es la creatividad, la capacidad de pensar más allá, «out of the box», de proponer formas jurídicas nuevas para un entorno en permanente reinvención, técnica, social y comercial.

El abogado no va a desaparecer. Pero está obligado a adaptarse. El conocimiento profundo del derecho no alcanza. Hay mucha información en línea. Es necesario incorporar nuevas tecnologías a nuestros lugares de trabajo y, sobre todo, desarrollar aptitudes como la empatía, la cercanía con el cliente, el trabajo en equipo y multidisciplinario, la capacidad para la toma de decisiones y, quizá lo más importante, la humildad para desaprender y seguir aprendiendo.