11 de septiembre de 2021
El mundo no es más seguro
Por Andrés Fontana, profesor de la Maestría en Relaciones Internacionales de la Escuela de Gobierno de la Universidad Austral.
Publicado en Perfil.com.
Es difícil disociar los ataques terroristas a las Torres Gemelas y el Pentágono, en su 20 aniversario, de la retirada de los Estados Unidos de Afganistán ocurrida en estos días. El aniversario nos recuerda un momento trágico que cambió el mundo que conocíamos, aquel que había surgido tras el fin de la Guerra Fría con la insinuación de un sistema internacional más solidario, más comprometido con la defensa de la dignidad humana.
Los atentados del 11-S impactaron ahí, sobre todo porque la reacción del presidente George W. Bush fue, primero, atacar Afganistán mediante bombardeos, un mes más tarde invadir su territorio y, en 2003, invadir Irak. Hoy, la inmediatez de los hechos pone el acento en la decisión del presidente Joe Biden de retirar las tropas estadounidenses de Afganistán y las consecuencias de una retirada precipitada -pero, creemos, estratégicamente acertada.
Durante la invasión por tierra a Afganistán, hubo atentados prácticamente cotidianos. Estos se vinculaban a un escenario de guerra. Pero, en paralelo, surgieron atentados inesperados tanto en países occidentales como del mundo árabe. A esto se agregó que, en algunos países de Europa, jóvenes con un marco de identidad prácticamente imaginario que los vincularía supuestamente a organizaciones terroristas se lanzaron por su cuenta a cometer o intentar atentados.
Frente a estos hechos y tendencias, las decisiones de Bush y otros líderes mundiales en las semanas siguientes al 11-S parecen ineficaces y estratégicamente negativas. Pocos días después de los atentados, los líderes de la Unión Europea calificaron como “legítima” una eventual campaña militar contra el terrorismo. A principios de octubre, los principales mandatarios europeos se comprometieron a respaldar el inicio de la operación militar contra Afganistán. En un paso sin precedentes, los países miembros de la OTAN acordaron dar acceso a los Estados Unidos “y otros aliados” a todos sus puertos y aeropuertos, incluidos los civiles, de los países “del territorio de la OTAN”.
El 21 de octubre, en el marco de una cumbre de la APEC (Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico) el presidente Bush recibió un fuerte respaldo del presidente ruso Vladimir Putin y del presidente chino Jiang Zemin, quien condenó los atentados como “una afrenta a la paz, la prosperidad y la seguridad de todos los pueblos”.
En pocas semanas se advirtieron las limitaciones de los ataques aéreos y comenzaron los preparativos para el ataque por tierra. Mientras tanto, ocurrían con frecuencia los llamados “bombardeos accidentales” que cobraban cuantiosas víctimas civiles y también se iniciaron represalias de fuerzas talibanes contra líderes locales.
A principios de noviembre de 2001 la opinión pública norteamericana ya daba indicios de desconfianza con respecto a la política antiterrorista del presidente norteamericano. Según un sondeo del New York Times y la cadena CBS News llevado a cabo en ese momento, sólo el 18% de los estadounidenses creía que el gobierno puede protegerlos del terrorismo, en comparación con el 35% de una encuesta de principios de octubre.
Un año y medio más tarde, la invasión a Irak no tuvo ninguna justificación y el gobierno del presidente Bush usó evidencia irrelevante y, según versiones de ese momento, se ejercieron presiones sobre personal civil y militar para tergiversar información a fin de justificar la invasión. Luego de siete años, Estados Unidos se retiró de Irak sin que nadie pudiera advertir o explicar cuáles fueron los resultados concretos en materia antiterrorista. Hoy lo hace de Afganistán y, a 20 años de los atentados del 11-S, nada indica que vivamos en un mundo más seguro.