3 de agosto de 2018
Diario de la corrupción
Marcelo Bermolén, profesor de la Escuela de Gobierno, brindó su análisis frente a una nueva denuncia de corrupción.
Otra vez no funcionaron los organismos de control, otra vez los fiscales y los jueces van rezagados respecto al periodismo.
Muchos conocían la manía del ex Presidente Néstor Kirchner por sus anotaciones en cuadernos con espiral -tipo Arte- a través de un formato muy personal de registro, que le permitía seguir de cerca los movimientos y resultados de muchas órdenes que ejecutaba de manera informal. Ese “mecanismo”, lo protegía de los riesgos de hackeos y -a la vez- requería de su propia persona para una adecuada interpretación. Muchas de esas registraciones elípticas se fueron a la tumba con su muerte. No extraña entonces que otros admiradores -y eslabones- de su poder, recurrieran al mismo sistema de registro que por precario o elemental no resulta menos relevante.
Claro que siempre hay algunos escribas más prolijos y detallistas, como bien podrían demostrarlo los casos de los ex Presidentes Rajoy en España o Samper en Colombia cuyos contadores registraban detalladamente los aportes ilegales que recibían, también en cuadernos.
Ahora es el turno del chofer del Nº 2 en la cima del reino de De Vido, quien oficiaba de recolector, distribuidor y entregador de los bolsos del dinero negro en efectivo que circularon a partir del negocio de la obra pública -y la energía- en la Argentina cercana. Está claro que los registraba para asegurar su futuro y/o su protección, prudencia que podría llevarlo a convertirse en el más importante arrepentido de la trama de la corrupción en Argentina. En ella, no sólo aparecen los funcionarios más encumbrados del poder de la Administración saliente. Habitan, en ese diario de la corrupción, empresarios de todas las cercanías, representantes de organizaciones industriales y hasta algún Juez estrella del pasado que “investigaba” la corrupción y cuyos juzgados a cargo podrían quedar en la mira. Todo está dado para que el show dure un buen tiempo y la sociedad pueda repasar lo burda que puede ser la corrupción en sus formas: bolsos, efectivo, conventos, empresarios y ex-funcionarios asociados en la distribución y ocultamiento del dinero robado a los ciudadanos. ¡Hay mucho para celebrar con este estallido!
Pero debe decirse que el escándalo que emerge ahora, merced a una trama de despecho, lo fue a partir de una profunda investigación periodística que cotejó en silencio información, datos y registros para ordenar y desmenuzar la conspiración con claridad.
Los cuadernos no llegaron a la Justicia, la investigación, revisión y análisis de esa información pasó primero por manos periodísticas. Otra vez no funcionaron los organismos de control, otra vez los fiscales y los jueces van rezagados. Muchas preguntas se me aparecen: ¿Podrán los jueces federales del pasado ser las estrellas del inminente Lava Jato argentino? ¿Tienen sus propias manos limpias? ¿Existirán los cuadernos de Oyarbide? ¿Intentará el poder actual proteger a los empresarios cercanos salpicados por el escándalo? ¿Se organizarán equipos de investigación profesionalizados para trabajar de forma cooperativa, concentrando las investigaciones en lugar de atomizarlas? ¿Cuántos de esos empresarios aportaron a las campañas y de quienes? ¿Ahondaremos en éste escándalo sin perder de vista los aportantes truchos y el financiamiento ilegal de la política actual? Porque el transfondo es el mismo, el contubernio de los empresarios con la política y el poder de turno, el financiamiento de la campaña de hoy para asegurar los negocios de mañana.
La corrupción es un mal mutante que cambia de forma para eludir las defensas que se le oponen a su paso. Se profesionaliza y cambia sus modos. Hoy camina hacia las transacciones electrónicas en paraísos fiscales, el uso de cibermonedas y las sociedades al portador. Sin un sistema articulado y profesional, sin órganos de control con presupuesto e independencia del poder político, sin voluntad plural de las fuerzas partidarias en mejorar la calidad institucional y sin una justicia federal renovada, me temo que tendremos casos impactantes de corrupción que nos lleven siempre al pasado, pero no un sistema de lucha contra la corrupción que nos proteja de los hechos del presente y a futuro.
Queda un largo camino por delante, pero vale la pena perseguir y condenar a los delincuentes del poder y aprender como sociedad de esas lecciones.