El profesor de la Escuela de Gobierno, Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Austral, Davide Caocci, escribió una columna de opinión para Perfil sobre:  Ganó la antipolítica, no la extrema derecha.


Ganó la antipolítica, no la extrema derecha

Por primera vez en su historia, los dos partidos mayoritarios, el socialista y el republicano, no estarán presentes en la segunda ronda de las elecciones francesas.

Cerraron los comicios electorales en Francia y el único resultado cierto era el de un nuevo triunfo de la antipolítica: Emmanuel Macron, con el 23,86% de los votos y Marine Le Pen, con el 21,43%, resaltaron que también en la patria histórica de la democracia los ciudadanos no toleran más a los políticos que gobernaron hasta ayer, y que están dispuestos a poner los destinos de su país en manos de nuevos mesías. Al mismo tiempo, la extrema derecha sufrió un golpe. Los partidos tradicionales pierden todo, consensos, votos y poder; el movimiento de Macron, En marcha, nacido hace un año, recibe apoyos bipartidistas muy amplios y se antepone como favorito; por otra parte, después de dos decenios de ostracismo político, el Frente Nacional llega al balotaje con Marine Le Pen.

Tomando la palabra después del cierre de los colegios electorales, el socialista Benoît Hamon, quien obtuvo el 6,35% de los votos, llamó a unir los esfuerzos para oponerse a Marine Le Pen y votar por Emmanuel Macron en la segunda ronda, como ya lo hicieron muchas voces tradicionalistas de la derecha (Alain Juppé, Francois Baroin, Jean-Pierre Raffarin, Christian Estrosi, Nathalie Kosciusko-Morizet) y de la izquierda (Bernard Cazeneuve, Jean-Marc Ayrault, Manuel Valls, Cécile Duflot).

Según las intenciones de votos para la segunda ronda del 7 de mayo, Macron podría obtener hasta el 62% final y su adversaria el 38%. Pero la última palabra la tendrán los electores en el cuarto oscuro.

En coincidencia con la tendencia de otros países occidentales, los votantes castigaron a los candidatos que representaban una expresión del aparato tradicional, aunque el mismo Macron, ex banquero Rothschild y ex ministro de Economía, no sea exactamente ajeno a dicho sistema. No obstante, en muy poco tiempo, y explotando hábilmente el descontento de los ciudadanos, el favorito de cara al balotaje supo crear un movimiento en el que logró reunir representantes de la sociedad civil, de izquierda, centro y derecha.

Por su parte, Le Pen habló de un “logro histórico”. La líder del Frente Nacional denunció la “globalización salvaje” y pidió el cumplimiento de la “gran y fundamental alternancia” que debería conducirla hasta la presidencia.

En las elecciones europeas del 2014, el partido de derecha recibió más del 25% de los votos, cuatro puntos más que en la primera vuelta de estas elecciones presidenciales. El discurso de Le Pen, centrado en temas de seguridad, protección de los franceses contra el fundamentalismo islámico y oposición a la burocracia europea, se radicalizó rápidamente en un país que vive constantemente en estado de emergencia por miedo a los atentados.

Por primera vez en su historia, los dos partidos mayoritarios, el socialista y el republicano, no estarán presentes en la segunda ronda. Los republicanos, por su parte convocarán una reunión para discutir el resultado de la campaña y el apoyo a Macron para bloquear al Frente Nacional. También comenzarán a definir un plan para la renovación de su representación en las cameras legislativas El partido socialista, ya marcado por numerosas deserciones, vive un fin de campaña electoral aún más complicado. El presidente François Hollande, presentado como el padre espiritual de Emmanuel Macron, felicitó a su ex ministro y posiblemente llame de manera abierta a votar en contra de la extrema derecha.

Afortunadamente, Paris hoy no se parece a Londres un año atrás, ni a Washington del pasado otoño. La tendencia que comenzó en junio del 2016 y continuó con el referéndum británico y con la elección de Donald Trump se frenó con las elecciones en los Países Bajos y nuevamente el domingo en Francia.