Por Ángel Centeno
Secretario Académico y Director de la Carrera de Medicina
Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral
Parece un absurdo tener que pensar si los estudiantes de medicina deben tener una formación humanística. ¿Cómo se puede pensar la carrera de medicina sin un componente que se ocupe de una parte esencial del trabajo médico, como lo es la humanidad de cada persona que se atiende?.
De todos modos, es relevante plantear el tema, ya que en las últimas décadas la medicina tuvo muchas veces la tentación de transformarse en mercantilista, desinteresada del paciente, excesivamente tecnológica, aunque afortunadamente esta tentación no se llevó a la práctica.
Muchos de nuestros maestros nos advirtieron que esto podía pasar, pero los primeros en advertirlo fueron los propios estudiantes de medicina, quienes con el espíritu crítico propio de la juventud, pudieron percibir y disecar las acciones poco profesionales de algunos de sus docentes o de algunos de los médicos que veían actuar.
Registraban también las actitudes encomiables, profesionales, respetuosas y contenedoras de otros que los entusiasmaban con la práctica de una profesión muy cercana a la verdadera esencia del hombre.
El estudiante recién ingresado a la facultad de medicina está muy alerta a las acciones de sus docentes: el trato a sus pacientes y a los estudiantes, la capacidad de trabajar en equipo con profesionales de otras disciplinas y de promover el desarrollo de la ciencia perfeccionándose continuamente.
Con el paso de los años y a medida que este estudiante va adquiriendo mayor conocimiento sobre el acto médico, esa visión se va puliendo y permite ser cada vez más específica, detectando las virtudes y defectos de quienes deben ser sus maestros.
En esta instancia, en que la observación crítica es mucha, sirve como elemento formativo esencial la inducción a la reflexión sobre el accionar médico que realizan los docentes, aunque lo hacen menos de los que debieran. Esto se debe a dos problemas básicamente.
El primero es que los estudiantes no suelen tener demasiado tiempo libre para pensar en su rol como futuro médicos; el segundo es que los docentes tampoco tienen mucho tiempo para promover esta actividad.
La Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral intenta encontrar algún tiempo especial dentro de un currículo sobrecargado, como lo son todos en todo el mundo, para ayudar a que los estudiantes puedan dedicar algo de tiempo libre a reflexionar sobre su propio rol como futuros médicos a partir de las experiencias vitales reales de las que son testigos durante sus años de aprendizaje.
Que tanto lo malo y lo bueno que experimentan sean motivo de crecimiento personal y profesional para cada uno de ellos. No están en general en condiciones de hacerlo solos por su cuenta. Necesitan la guía de un docente que se interese por hacerles ver la riqueza de esas experiencias y que los ayude a hacerlas personales.
¿Hay maneras de lograr que los estudiantes no pierdan esa visión semi-ingenua de la relación del médico con el paciente? Algunas experiencias han servido en diferentes ámbitos.
La primera, de parte de las facultades y de los docentes es evitar la tentación de enseñar todo. Las facultades deben graduar un médico que esté listo para seguir aprendiendo, en general en sistemas eficacísimos de formación como son las residencias médicas.
En segundo lugar, debemos promover el encuentro, no sólo con la ciencia, sino también con el arte y la filosofía y sus ramas, que enriquezcan el espíritu del estudiante; y en tercer lugar, insistir a los docentes para que no pierdan su papel de modelo y de ejemplo que nutre a quien aprende.
Todo esto, que va unido al interés por el avance de la ciencia, da sentido a que en las facultades de medicina sigamos esforzándonos para que nuestros graduados sean mejores médicos.
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