26 de May de 2018
“Hacer la comida para el almuerzo escolar y la cena familiar, forrar cuadernos, salir corriendo un domingo a la tarde para comprar (¡¿dónde?!) el mapa que se olvidaron de pedir con tiempo, ayudarlos en las tareas y además responder esas preguntas existenciales que te dejan pensando varias horas, cambiar una lamparita, darle de comer al gato, ordenar placares, pintar y jugar con ellos, contarles un cuento, hacerles una torta rellena de dulce de leche, llevarlos de aquí para allá. Y también pintarse las uñas, ir al gimnasio, renovar el guardarropas, aprovechar las liquidaciones de zapatos, organizar una salida con la pareja, responder a las demandas de los amigos, terminar el curso de repostería o la tesis, teñirse antes de que se noten demasiado las canas…”
Así se presenta Las Madres Tenemos Derechos, el primer libro de Betina Suárez, la graduada de la FC, empresaria y blogger que desde hace más de diez años comparte sus vivencia en Mujer, Madre y Argentina, el blog que ha trascendido en más de treinta países.
¿Cómo surgió la idea de publicar este primer libro?
La idea siempre estuvo ahí. No sé cómo surgió, creció conmigo. Escribo desde siempre y la idea de publicar estuvo presente mucho antes que otros afanes (la carrera, ser madre, etc). De hecho publicaron textos míos por todos lados, pero aún no estaban en la calle entre dos tapas. ¡Qué emoción!
En este caso puntual hubo una persona, y yo por siempre agradecida, que mandó textos míos a Editorial Planeta. Me llamaron y enseguida nos pusimos a trabajar. Ellos mejoraron por mil la idea que yo tenía, sin avanzar sobre ninguna de mis palabras. Me gustó mucho el proceso, intenso, trabajoso, trasnochado, desafiante, de escribir un libro que sea honesto, mío y sobre todo, digno.
¿Cuál fue la repercusión en el público?
A mí me conmueve y no soy una persona muy sensible, más bien estoy más cerca de tener la emotividad de un adoquín. Es que, evidentemente, logré poner en palabras lo que a muchas mujeres les pasaba y no podían nombrar. Y sabemos, justo aquí, lo poderoso que es poder decir. Cuando decimos, es. Y es, ya sea para adueñarse o para modificarlo. El libro, creo, toca algo muy profundo, entre el humor casi negro y la emoción genuina, y me llegan mensajes de todo el país (de todo, gracias Editorial Planeta, gracias), y me agradecen, y me mandan las fotos del libro todo subrayado, de frases enmarcadas. Y lo único que hice fue lo que sé hacer: poner palabras una detrás de otra, como quien pone azulejos en una pared. (No tengo que aclarar cuál de las dos habilidades es más rentable, ¿no?). El público del libro es muy generoso conmigo y con mis palabras.
¿Cuándo empezaste a escribir?
Mi madre, pobre mujer, me enseñó a leer y a escribir antes de entrar a la primaria porque estaba harta de que le pregunte “qué dice ahí”. La escritura es vital en mi vida, no como un don con el que fui ungida (no nos pongamos snobs que somos pocos y nos conocemos mucho), sino como una herramienta que mezcla placer y esfuerzo, dolor y satisfacción y que al final, me salva. Sobre todo de mi misma.
¿Cuáles son los próximos planes?
Con Las Madres Tenemos Derechos nos vamos de gira porque la marca de ropa VER lanza una cápsula de productos con frases del libro y vamos a ir presentado las dos cosas en varios puntos del interior. Me vuelve loca la idea (y el proceso) de generar contenido que se escape de las páginas del libro. No puedo dejar de mezclar a la comunicadora que hay en mí con la escritora que también soy. ¡Cuando las personalidades múltiples dialogan y se llevan bien es una fiesta! A más largo plazo vamos por el segundo libro, en eso estamos. Y en el día a día, yo escribo. Y eso no cambia ni cambiará.
¿Cómo vivís con este tema de que te conozcan y conozcan a tu familia muchas personas a las que vos nunca conocerás?
Al que más lo conocen es a mi marido, creo que por la altura, y bueno… en las buenas y en las malas, dijimos. Está chocho, no saben…
Para mis hijas, por otro lado, yo soy la madre y entonces soy un embole y todo lo que rodea este tema, por más orgullosas que estén, también. La adolescente ignora el tema y la chiquita no lo dimensiona, ni dejamos que lo haga, por las dudas.
Ahora en serio, en casa no es un tema. En el día a día hay que ordenar el cuarto, levantar las medias, pasar el peine fino, correr cada uno con su trabajo, sus cosas y sus causas… La vida real. Algunas cuestiones de exposición las charlamos con mi marido y decidimos juntos, por ejemplo las notas familiares. En general la mayoría de la exposición es mía. En el libro, por ejemplo, no hay fotos de mi hijas, y si bien nos reconocen habitualmente, tampoco somos los Kardashian… (Digo, por si alguien tenía alguna duda).
Pero sobre todo, nunca subestimo al lector, que sabe que en realidad “no nos conocemos”, sino que nos caemos bien y compartimos esa voluntad cálida de encuentro, en la plataforma que sea. En la calle siempre recibo afecto, nunca otra cosa. Es que uno escribe, labura, postea, y camina como es, estoy segura. Y qué alivio que así sea.