Clarin300x184Gabriel Zanotti, filósofo y profesor de la carrera de psicología y la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral

¿Qué dice un texto, fuera de su contexto? Casi nada, pero una vez que aparece escrito el contexto, es otro texto que necesita de otro contexto. Y así sucesivamente, hasta que un encuentro personal, con gestos, miradas, silencios y el sonido de la voz, produce el contexto necesario para ir llegando al misterio de la infinita intimidad del otro. No es una mala noticia, así somos los humanos y está bien.

Por ejemplo, si mi amigo Juan, a quien conozco hace mucho, me dice por Facebook o Whatsapp: “¿Nos encontramos hoy a las 5?”, todo está relativamente claro. “Hoy no puedo, why not mañana a las 6”, y en principio está todo claro. Hay contexto suficiente, porque es mi amigo a quien conozco hace mucho. Pero si se ofende por mi respuesta, es que no lo conocía tanto.

Por eso son tan comunes las peleas terribles en Facebook, por parte de gente que no se conoce. Todos creen entender lo que el otro está diciendo, pero, al desconocer el horizonte desde donde habla el otro, es una babel de malentendidos que, precisamente, terminan mal.

En consecuencia, el ir hacia la presencia física del otro, cara a cara, voz a voz, mirada a mirada, ha sido siempre una necesidad humana básica para la comunicación, antes de internet, durante internet y después de internet.

Internet no ha cambiado nada, excepto que agrega una tentación: suponer que voy a entender al otro cuando en realidad lo desconozco.

“Hola Profesor, quería preguntarle qué le parece este artículo”, me dice alguien que no conozco, repentinamente, en medio de mil cosas, en un mensaje de Facebook. ¿Cómo voy a entender algo? ¿Quién es? ¿Cuál es su historia, sus motivaciones, sus ideas, sus preocupaciones? ¿Desde dónde escribió lo que escribió?

Si eso es así en la vida académica, cuánto más en el amor.

Juan está buscando novia. Ve un rostro que le cae bien, un perfil que le interesa, ok: inmediatamente deben concretar una cita. Conocerse, hablarse, verse los ojos, contarse su historia. Excelente. Pero si cree que internet le va a dar el contexto adecuado para todo ello, es un grave error. No sólo porque el otro puede mentir con más facilidad. Ello es obvio pero no es el problema central.

El eje central del problema es que si ya la comunicación interpersonal es complicada con el contexto de la presencia física del otro, ¿Cuánto más sin todo ello? A veces es una cuestión de grado, sí, pero importante. Puedo manejar con sumo cuidado, sin cinturón de seguridad, y que no pase nada, Pero igual es importante tenerlo puesto. La presencia física del otro sigue siendo un cinturón de seguridad, no porque garantice la seguridad y la certeza de que todo va a salir bien, sino porque el otro es otro corpóreo. La técnica es una extensión de las manos, sí, pero ello tiene un límite. En los 70, en un episodio de la entonces icónica serie “El hombre nuclear”, su protagonista le dice a la novia que lo toma de su mano artificial: “No es a mí a quien estás tocando”. Por lo tanto, podríamos hacer una analogía, tal vez un tanto exagerada, pero creo que necesaria. Volviendo a nuestro amigo Juan, él debería decir, rápido: la web-cam está buena, pero ahora quiero hablar con vos.

Fuente: Clarín