30 de September de 2016
Ignacio Di Tullio publicó Famiglia, una pintura de su historia como hijo de inmigrante.
A Ignacio Di Tullio de chico le llamaba la atención que los padres de sus amigos fueran abogados o médicos y el suyo, fiambrero. Le parecía raro que su papá hubiera venido de otro país, de Italia. Era extraño para él que su familia no tuviera nada que ver con los círculos sociales de San Isidro donde les pagaban a él y a sus hermanos la escuela privada. También las costumbres familiares eran distintas: había cierto calor que él notaba en su casa y que en la de sus amigos no había: se refiere a cocinar mucho siempre, a que el viejo arreglara todo en la casa, a que la madre les hiciera la ropa. Y además Ignacio notaba que en otras casas había libros, películas, música y en la suya no: sólo en un lugar al que llamaban «el escritorio» habían ido a parar unos pocos libros de lo más variados que él leyó con curiosa libertad: la Biblia, El exorcista, El Método Silva de control mental o Julio Verne .
Ignacio, considerado «el bicho raro de la familia», el que rompió con la tradición del tano comerciante, ordena esas rarezas: se sienta y escribe. Hay un plato de fideos olvidado / enfriándose sobre la mesa./ Siempre decías que era una ofensa / no comer lo que a uno le servían./ Nosotros limpiábamos los platos / en nombre de tu hambre.
En Famiglia (ediciones del Dock), su primer libro de poemas, se condensa aquello que lo conmovió de pequeño; están ahí esas palabras que tienen el calor de hogar, que huelen a tuco y estofado, que mixturan con gracia expresiones del italiano, que saben de familias numerosas que aman y callan. En palabras de su editora, Griselda García, él logra contar pequeñas historias, compactas, crudas por momentos y, a la vez, con un nivel de ternura muy grande. «Hay poemas que emocionan y que producen una sensación física casi, de tanta hermosura», dice.
Los poemas se ordenan en tres partes: Babbo, el padre; Mamma, la madre y Altrui, los otros: la nonna, la tía abuela, la matrona, el tío. Y bajo esa estructura Di Tullio elige narrar su identidad. «Uno escribe de las cosas que lo conmueven. A mi siempre me llamó la atención la extranjería, la descendencia».
Babbo
«Mi viejo se había instalado en San Martín, donde hay una comunidad de italianos muy grande. El tuvo una infancia dura: vivían juntos en una casona tipo conventillo. Murió su papá, mi nono, cuando tenía 17 años. De muy chico salió a trabajar. Laburó mucho, mucho y logró salir de ese lugar. Y no solo logró eso sino que a nosotros nos dio una vida muy distinta».
«Cuando mi nono vivía lo ayudaba en una verdulería, que tenía en un garaje. Después se animó y pidió un crédito, alquiló un local y empezó a vender fiambres. Y toda su vida -los 60, 70 y parte de los años 80- mi viejo tuvo fiambrería. Una y luego otra y así fue creciendo».
Cuando yo tenía siete años, después del trabajo / mi padre dejaba el maletín en el piso / para recibir mi abrazo. / En sus camisas, la intemperie / las calles donde había estado. / No era la violencia uniforme de los desconocidos. / Tenía el olor a mi padre / la ropa de mi padre.
«En ese poema del sudor lo recuerdo volviendo de la fiambrería, estaba allá todo el día y todos los días, no había descanso ni los domingos. Mi nona, que vivía al frente, lo ayudaba. Por eso hay un poema a la muerte de ella, porque a él se le vino el mundo abajo cuando ella no estuvo. Hay una cosa que me contó una vez y es que ellos cuando empezaron a generar plata y hacían la recaudación de final del día ponían los billetes arriba de la mesa, los contaban y los miraban un rato. Miraban, miraban, miraban y los guardaban».
«Creo que para ellos no fue un esfuerzo, fue un sacrificio. Está ese espíritu en mi familia y no creo que sea bueno eso. En la historia de los inmigrantes veo como una carrera en contra del hambre. A veces, se van de mambo. A eso lo vi en mi viejo».
De vuelta del trabajo/ se está lavando las manos. / Desde la mesa lo reciben gritos domésticos./ Mi padre saluda, dice ya voy / mientras se saca la mugre / de debajo de las uñas./ Se toma su tiempo / rasca, frota. / Como si pertenecieran a diferentes cuerpos / sus manos se saludan.
«Fue difícil construir desde ahi, más que nada cuando vos ves que tu vocación no tiene nada que ver con la transacción comercial sino con producir algo intangible, con la literatura, la docencia, que es en lo que yo trabajo. Para mi viejo fue muy difícil de asimilar eso. ¿Este pibe qué hace? ¿Está leyendo? Pero eso no es trabajar, decía».
«Y en el libro tiene mucho lugar mi viejo porque a pesar de eso había como una educación sentimental con gestos que son hitos en la vida de una persona, en la relación con su padre. Por ejemplo, lo que es para un hijo ayudar al padre a hacer cosas».
Recuerda siempre al hombre / cada sábado te despertaba / para que lo ayudaras con la casa. / Decía para qué llamar a alguien / si el único problema que no tiene solución / es la muerte.
Mamma
«Lo que yo tenía más armado eran los poemas sobre el costado italiano de la familia. Mi mamá no es italiana -ellos se conocieron con mi viejo en Villa Ballester. La mamma que menciono es mi mamá y ahí está su historia. La historia de su origen, que me conmovió y me llamó la atención. Creo que esta cuestión de que a mi madre se la hayan pasado de mano varias veces, de que ella hubiera tenido que salir de grande a ver de dónde venía, la convierte en una mujer muy valiente. Y salieron esos poemas después de haber escrito los de mi viejo».
Las tres madres de mi madre: / la que la tuvo / la que la tomó prestada / y la que fue su madre.
«Ella me contó su historia y yo ahí bajé los tres poemas que son las tres madres de mi madre. A veces me doy cuenta de que para mi poesía escucho la poesía de lo que dice la gente como sin querer, esas construcciones casi tangenciales que se hacen en el lenguaje. La estaba entrevistando a mi mamá para contar su historia y le dije: Ella fue como tu mamá. No, ella fue mi mamá. Ella me enseñó a comer. Me dio el final perfecto del poema: yo escuché y escribí».
Tanto pedí verla una vez más / que una tarde se apareció al lado de la cama / con sus ojos grises. / Estoy bien, fue lo único que dijo. / No se puso el traje de madre. / Ella me enseñó a comer / ella fue mi madre.
Altrui
«El primer poema que escribí es Responso, que es el poema a mi nona cuando ella fallece. A mí me pasó una cosa increíble, que es que volví a mi casa y estaba la mesa puesta con todos los platos sin tocar. Mi abuela estaba internada hacía tiempo y estábamos yéndola a ver siempre. Me enteré que mis viejos estaban en la clínica, agarré la bicicleta y me fui. Ella estaba falleciendo en ese momento. Todo el resto está contado en el poema y fue el que motivó la escritura del libro. A mi viejo le gusta mucho, lo tiene pegado en su oficina. Lo lee y dice: Este poema me gusta porque todo esto fue así, nada de mentiras, acá no hay ninguna metáfora».
Aquella noche estabas del otro lado de la puerta / en una cama de hospital / esperando que se desarrollara el trámite. / Un pulmón fuera del cuerpo te ayudaba a respirar. / Mi madre tomaba tu mano derecha / a mi padre le había ganado el sueño. / Yo envolví tu otra mano y me gustó pensar que aun ausente / los dedos se te cerrarían apenas.
«Viniendo de una casa donde no había libros hubo una persona muy importante para mí, que fue una tía abuela, que vivía en Tortuguitas -era el campo por entonces-. Ella tenía como costumbre venir a casa cada tanto y traía recortes de diario. Los traía subrayados, anotados. Ella los iba atesorando. Trataban de distintos temas y en algún momento se ponían con mi vieja y conversaban sobre eso. Tengo esa imagen, con ocho o nueve años, de ver que ella traía eso impreso en papel prensa y fue una de las primeras veces que consideré al diario como un texto que se podía repensar, reflexionar, conversar, que era lo que hacían ellas».
Cuatro veces al año, abuela Ankankandra / tomaba un tren y dos colectivos / para acercarme recortes de diarios viejos / que me ofrecía como las primeras golosinas / que estos dientes podían masticar.
Como procura transmitir la poeta Irene Gruss -considerada una maestra por Di Tullio- aquí hay un autor que se animó a hacer ficción nada menos que con los afectos familiares (difícil por la emocionalidad y la cercanía que conllevan). Y lo hizo sin mentirle al lenguaje.
*Profesor de la cátedra de Contenidos Culturales Contemporáneos.