28 de April de 2021
Inés San Martín es periodista. Graduada de la Licenciatura y magíster en Comunicación por la Austral, trabaja como jefa de redacción del diario Crux, en la capital italiana. Recorré el itinerario profesional de una australina que no se olvida de las anécdotas con Barcia y de una frase célebre de Patricia Nigro.
“I’m an Argentine journalist living in Rome.
I write about the Vatican and the global Church.
I tweet about my work and Gin Tonic, my cat.
All typos are mine”.
Esta es la descripción que sus 13.007 seguidores en Twitter leyeron alguna vez. Jefa de redacción de Crux, diario independiente de noticias de la Santa Sede y de la Iglesia Católica radicado en Roma, cubrió aproximadamente 25 viajes junto al Papa Francisco.
Antes de unirse a Crux, fue community manager, directora de contenido y diseñadora gráfica de “Contá con Nosotros”. También trabajó como periodista y editora del blog “Valores Religiosos”, del diario Clarín. Dirigió la oficina de prensa internacional para la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro, un evento que convocó a más de 3,5 millones de personas de todo el mundo, y fue co-fundadora de Voces Católicas.
Rosarina, menor de cuatro hermanos, estudió Comunicación Social en la Austral y luego hizo un máster en la misma institución. Familiera, amante del mate, confiesa su debilidad por la Argentina y sus locuras por el mundo.
-Toda historia tiene un comienzo: ¿por qué decidiste estudiar Comunicación Social en la Universidad Austral?
La verdad, fue más por descarte que por pasión: sabía lo que no me gustaba- los números, la medicina- y sabía que no era buena para memorizar, por lo que abogacía estaba descartada. Y haciendo un test vocacional, comunicación surgió como una posibilidad clara, y era algo que desconocía. Al ver las materias, me encontré con muchas que amaba en el secundario, como historia, política, lengua, y solo una con números, Economía,, que al menos en ese momento se cursaba en tercer año… Supuse que, para ese entonces, o ya habría dejado o ya estaría demasiado comprometida.
Si bien materias como Radio y Cine o Periodismo, con Fernando Ruiz, me resultaron fascinantes, no era el periodismo lo que me interesaba, sino el rol del comunicador como un puente. Lo viví muchas veces en situaciones de amistad y de familia, y me pareció interesante.
En cuanto a por qué la Austral, la respuesta fácil. Es decir, que fue una decisión de mis padres, que como no conocían la carrera, insistieron en al menos conocer la universidad. Pero la verdad, una vez tomada la decisión de estudiar Comunicación Social, no lo dudé: quería aprender a comunicar, pero libre de ideología. Para mí el aspecto religioso de la Austral es un aspecto positivo, porque soy católica practicante. Pero en el caso de la Austral yo veo el aspecto religioso como algo que motiva a la institución y a muchos de sus docentes a la excelencia, pero en los 4 años que caminé sus pasillos, nunca intentaron imponerme la fe como una ideología. Sí, había Teología 1 y 2, pero no sé de nadie a quién hayan bochado, y los profesores que son «abiertamente católicos», lo son con el ejemplo. La bibliografía, el contenido del currículo, siempre me pareció que aspiraba a la excelencia, no a bajar una línea. Y eso lo valoro muchísimo.
Por último, para qué negarlo: en la Austral la carrera es más corta que en la Universidad Nacional de Rosario o que en la UBA, y como la Austral incluye todos los aspectos de la comunicación, ¡me daba un margen de al menos cuatro años para pensar a qué me quería dedicar!
-Steve Jobs, en su célebre discurso en Stanford en 2005, decía que solo se pueden “unir los puntos mirando hacia atrás”. ¿Cuáles fueron esos hitos que te ayudaron a llegar a tu puesto actual como jefa de la Oficina de Crux en Roma?
En primer lugar, la familia. Tuve la suerte de contar con el apoyo de mis padres y mis hermanos en cada una de las locuras, que me ayudaron a llegar a donde estoy. Desde el irme a estudiar a Buenos Aires, que significó un sacrificio económico para todos, hasta renunciar al trabajo para ser voluntaria en las Jornadas Mundiales de la Juventud de Madrid y Río de Janeiro, en 2011 y 2013.
Y mis padres fueron también una pieza clave para que yo pudiese aprender inglés: En 4to grado, me convertí en la primera, y creo hasta el momento única, alumna de mi colegio a la que no solo le permitieron, sino que le pidieron no cursar inglés, que representaba unas 8 horas de las casi 40 de clases semanales. Nunca había entendido los elementos básicos del idioma y las clases no eran más que un motivo de enorme frustración. Eventualmente, una profesora particular me explicó el verb “to be” de un modo inteligible y la profesora de inglés de 7° grado, cuando me reincorporé, confió en mí.
Y aunque parezca cliché decirlo en esta entrevista, la Austral es uno de esos “hitos”. Llegué a John Allen, de quien hoy soy socia en Crux, a través de la Austral: John escribió a la Universidad de la Santa Cruz, en Roma. Desde ahí escribieron a la Universidad Austral, a Juan Pablo Cannata, para ser exactos. Él, como director de mi tesis de posgrado- en la que hasta el día de hoy seguimos trabajando-, me recomendó como fixer cuando John estuvo en Buenos Aires. ¿Qué hacía en Argentina? Viajó una semana allá, por el 2013, tratando de entender quién había sido el Cardenal Jorge Mario Bergoglio y quién iba a ser el Papa Francisco. Me recomendó, creo yo, por mi nivel de inglés y por mis conocimientos del periodismo y de la Iglesia.
Si no fuese por la internacionalidad de la Austral, y ese trato cercano entre profesores y alumnos, no sé si hoy estaría acá.
-“For the cost of a cup of coffee at Starbucks, you can help keep the lights on at Crux”, enuncia un pop-up al navegar el sitio del diario digital. ¿Les resulta sustentable el modelo de negocio? ¿Cuántos suscriptores tienen?
Nuestro modelo de negocios es «mixto,» es decir, una parte la cubren esponsores que creen en un periodismo sobre la Iglesia Católica que sea independiente pero no ideológico, de la publicidad, y de los lectores. Nuestro contenido es gratuito, y más de 150.000 personas reciben nuestro mailling diario. Pero tenemos un grupo importante de lectores- más de 3.000- que hace aportes anuales o mensuales, no a cambio de un beneficio o contenido exclusivos, sino porque ellos también creen en la importancia del periodismo especializado e independiente, que al menos se esfuerza por ser imparcial.
Por otro lado, es importante para nosotros no tener columnas de opinión: en un momento las teníamos, pero la verdad es que muchas veces, las columnas de opinión no son más que periodismo barato, que tienen poco de realidad y mucho de ideología. El lector que se interesa por artículos en profundidad sobre la Iglesia Católica no necesita, y muchas veces no quiere, que un opinólogo le diga qué pensar. Cuando decidimos dejar de lado las columnas de opinión, el salto en el número de lectores fue sustancial, y por suerte, siguen estando ahí. Implica más esfuerzo, más compromiso, y en años normales, yo suelo pasar más tiempo viajando que en Roma.
-Sos co-fundadora de Catholic Voices en la Argentina, ¿de qué se trata la iniciativa y cuál dirías que es su gran aporte?
La iniciativa es un intento de replicar el enorme trabajo que hicieron Jack Valero y Austen Ivereigh en Inglaterra, allá por el 2010, durante los meses previos a la visita de Benedicto XVI, y obviamente, durante la visita misma. Hoy hay mucho desconocimiento de la Iglesia Católica, su mensaje y sus enseñanzas, y muchos que «tocan de oído». Lo que busca Voces Católicas es formar a laicos comprometidos para aparecer en los medios y en la esfera pública, capaces de debatir y presentar ideas que realmente reflejan el mensaje de la Iglesia.
Igual, nobleza obliga, empezamos con el proyecto allá por fines del 2012 y yo, al poco tiempo, me fui a Brasil y de ahí me vine para acá, por lo que no puedo aceptar el crédito por el enorme esfuerzo que están haciendo hoy en Argentina para sacar el proyecto adelante.
Es una idea súper interesante, que merece atención, y que creo puede ser de una tremenda utilidad si, por ejemplo, el Papa Francisco llega a viajar a la Argentina. Cuando hay elecciones, los medios manejan mucho la previa al resultado con el «boca de urna», pero además organizan un panel tras otro con politólogos, estadistas, economistas, y un largo etcétera. Cuando se habla de otros temas como, por ejemplo, la religión, pasa lo mismo. O al menos debería pasar.
-¿Cómo hacés para comunicar el mensaje del catolicismo, más allá de los escándalos que muchas veces cobran protagonismo en la agenda mediática?
Yo creo que comunicar los escándalos es clave, y yo lo considero parte de mi rol como periodista: los escándalos no son un problema de comunicación, sino que, muchas veces, son un crimen. Y, si bien el periodismo no reemplaza a las fuerzas de seguridad, muchas veces tiene la capacidad investigativa y los recursos para hacer que la verdad salga a la luz.
Para mí es un desafío enorme, pero no se me ocurre no escribir sobre los escándalos, particularmente cuando se trata de crímenes contra menores. Yo tuve la suerte de vivir una infancia muy ligada a la iglesia, con campamentos, viajes sociales y formación. Yo quiero que mis sobrinos, y mis hijos si un día los tengo, puedan estar seguros como yo lo estuve si les interesa sumarse a los Scouts o a las actividades parroquiales.
Y comunicar el resto, para mí, es fácil. En primer lugar, creo que hay muchas personas en el mundo hoy que, sin identificarse con una religión o con el catolicismo, valoran, por un lado, la fe y, por otro, el bien innegable que hace la Iglesia. Sí, los escándalos existen, pero la experiencia me ha demostrado que, comunicando con honestidad, lo bueno que tiene y hace la Iglesia supera lo malo.
Lo veo muchísimo cuando estoy de viaje, pero se ve en los medios todos los días. Pienso, por ejemplo, en la religiosa que se arrodilló frente a los militares en Myanmar, rogándoles que no maten a los jóvenes que protestan en favor de la democracia. No muchos se animan a dar ese testimonio, pero hay católicos de a pie- laicos, sacerdotes, religiosos- que lo brindan a diario. Solo hay que querer verlos.
Por último, el catolicismo es una religión con una huella global: el Vaticano es su «sede central,» pero la Santa Sede es también un Estado. La posibilidad de estar en Roma me abrió los ojos a la enorme importancia que tiene la Iglesia Católica en todo lo que es diplomacia y como tal, aun no teniendo un «ejército», merece ser tratado como una potencia. Y esto lo vemos reflejado en la presencia periodística: muchas agencias de noticias y medios nacionales e internacionales, teniendo un corresponsal en Roma o en Italia tienen, además, uno que se especializa en el Vaticano.
-En los años que llevás escribiendo sobre el Papa, siguiéndolo de cerca, ¿cuál dirías que es el quid de su mensaje, su mayor legado?
Es difícil elegir solo una cosa, porque no puedo evitar gravitar hacia los aspectos de su mensaje que suelen ser titulares o capturar la primera página de los medios. Pero creo que para él- como lo fue para Pedro- lo importante es dar a conocer a Dios, uno y trino. En términos seculares, sí, te puedo decir que le interesan el medio ambiente, la reforma de la curia, la paz mundial, el desarmamiento nuclear, los migrantes.
Pero el quid de su mensaje, cada vez que habla, es Dios, su misericordia, la redención que significó la muerte en la cruz de Jesús, y que cada persona pueda saberse merecedor del amor de Dios. Obviamente, tiene poco de periodismo si un artículo se titula «El papa dice: Dios te ama”. Pero insisto, al final del día, ese es el mensaje que quiere transmitir.
-¿Cómo es la vida en Roma? ¿Cuál es una de esas esquinas en la que te quedarías todo el día?
La vida en Roma es un híbrido entre lo que es vivir en la Argentina, y lo que los argentinos tenemos en la cabeza cuando decimos «qué lindo es vivir en Europa.» El tráfico es un caos; el estado de las calles, patético; no existen las veredas que estén bien; y la burocracia me hace extrañar la de Rosario. Las amistades son duraderas, los almuerzos largos, y hay una enorme diversidad. Pero podés ir al supermercado y más o menos sabés cuánto cuestan las cosas y si alguien te roba el teléfono lo hace sacándotelo del bolsillo, no cortándote la mano.
Como todo, tiene aspectos positivos y negativos. En lo personal, hoy agradezco estar acá, pero nunca lo busqué: siempre fui inquieta, pero soy una enamorada de la Argentina y siempre que puedo busco una excusa para ir. Quizá por eso, mi «esquina favorita» es Baires, el restaurante porteño de Roma, o las casas de mis amigos en las que puedo hablar español y no me miran raro si digo que prefiero, toda la vida, el mate al café en el desayuno.
Breaking news:
-Un sueño todavía incumplido: Un sueño, entrevistar al Papa Francisco y a Benedicto XVI a la misma vez. Un objetivo, por ende, algo más realista, conseguir los fondos para publicar Crux en español.
-Una anécdota de la facultad: Estábamos en una clase del seminario de sociedades secretas con Pedro Barcia, y cada hora me resultaba fascinante. Pero un día me sorprendió bostezando como un hipopótamo y– clásico Barcia– me preguntó si me estaba aburriendo. Incapaz de quedarme callada le dije que no, que estaba tan interesada que necesitaba oxigenar el cerebro para no perderme nada.
-Una frase de un profesor que no te olvidás: «No promocionás la materia por los errores de ortografía”, Patricia Nigro, en primer año. Hasta el día de hoy los tengo, ¡y en tres idiomas!
-Un consejo para un alumno de primer año: Aprovechen la universidad, hagan amigos y no tengan miedo de entablar buenas relaciones con los profesores. Y cuando apliquen para un trabajo, los van a buscar en Google para ver qué publican en las redes sociales.
-El mejor restó italiano: Cerró, se llamaba “The Perfect Bun”, y tenía las mejores hamburguesas de la ciudad. Amo la pasta, pero es más difícil conseguir buena carne que unos bucattini alla amatriciana que valgan la pena. ¡Y por la pandemia hace un año que no como afuera! Pero si algún alumno/egresado/profesor viene a Roma después de leer esto, lo invito a comer una buena carbonara fatta in casa (¡con malbec, obviamente!)
-Una costumbre antes de viajar: Mirar el pasaje en el teléfono mil veces, para confirmar el día y el horario.
-Cantidad de viajes con el Papa: ¡No los conté! Pero estimo ¿unos 25?