¿Cómo poner en palabras lo que este intercambio significa para mí? Creo que lo podría describir como una escalera o pirámide en subida. Como una línea ascendente con 3 paradas.

La primera es el APEGO. Soy una persona muy arraigada a mi familia, a mis amigos y a mi entorno en sí. Me podría describir como “muy familiera”. Por eso, por mucho tiempo dudé en hacer este viaje. Mucha gente de la facultad recomendaba hacer un intercambio y afirmaban que había sido de las mejores experiencias de su vida. Sin embargo, los que me impulsaron con todos sus ánimos fueron mis papás. Me dijeron que iba a ser algo único y que iba a crecer un montón. En su momento, temía que no me fuese a gustar. Creo que en el fondo tenía miedo a lo incierto. Hoy no puedo estar más contenta y eternamente agradecida con mi familia por haberme brindado esta posibilidad.

Así, empecé a buscar destinos. Aunque había uno en especial que llamaba mi atención. Una ciudad que me atraía por su playa, su gente, arquitectura y comida, pero que no conocía: Barcelona. Como mi papá nació en Girona, siempre tuve interés en Catalunya. Y, por un lado, busqué un lugar donde el cambio no fuera tan abrupto (porque la lengua nacional es el español), pero que al mismo tiempo pudiera descubrir una cultura distinta en todo sentido, la catalana.

Recuerdo los nervios y la angustia la semana previa a irme de Buenos Aires. Cuando llegué estaba muy asustada, significaba empezar desde cero sola, en un lugar nuevo y con gente nueva. Allí comenzó mi segunda etapa, la ADAPTACIÓN.

Creo que la Universidad Internacional de Catalunya me ayudó mucho en ese proceso. La predisposición de los profesores, la integración de mis compañeros y todo lo que aprendí son de las cosas más lindas que me llevo. Además, la facultad queda en Sarriá, mi zona favorita. Un barrio en las alturas de Barcelona que cuenta con cafeterías en todas sus esquinas, casas antiguas y vistas increíbles al Tibidabo y el colegio Jesuita Sant Ignasi. Me gusta pensar que Barcelona es la ciudad bohemia ideal para perderse por sus callecitas.

Además, tuve la oportunidad de recorrer muchísimos pueblos en sus afueras. Desde Sant Andreu de Llavaneres hasta Arenys de Mar, Caldes d´Estrac, Montseny, Rupit, Vic, Girona, Castelldefels, entre otros.

La última etapa la describiría como ALBOROZO, que significa satisfacción o goce de gran intensidad. ¿Por qué elegí esta palabra? Porque este intercambio superó mis expectativas en todo sentido. Me llenó de experiencias y recuerdos. La palabra misma lo dice: interCAMBIO. Es una etapa donde se aprende y se crece de repente. Porque no solo descubrí la ciudad poco a poco, sino que me fui descubriendo a mí misma en más de un sentido. Es impresionante lo mucho que uno cree conocerse hasta que se aleja de su zona de confort y empieza a realmente experimentar la vida. Eso es lo que hice yo en Barcelona: vivir.

Es muy extraño pensar cómo Barcelona pasó de ser algo desconocido para mí, a ser “mi Barna”. Un lugar al que, cuando me voy de viaje, ansío volver porque se convirtió en mi casa. Creo que al lugar también lo hace la gente con quien se comparten las experiencias. Me crucé con mucha gente nueva: alemanes, austríacos, brasileños y otros argentinos. Llegué a conocer a los catalanes, junto con su lengua, sus costumbres y sus fiestas. Me llevo amistades únicas, viajes en el tren mirando el mar, paseos turísticos por el Born y Montjuic; amaneceres en la universidad y atardeceres leyendo en la playa, cervezas compartidas, sabrosas comidas y además un lugar único.

Pude mirar Barcelona desde adentro y vuelvo a la Argentina valorando todas las cosas nuevas que aprendí, pero también con anhelo por todo lo que me espera.