Por Belén Lacroze, reciente graduada de la FC.

Desde el primer día que empecé a estudiar en la Universidad Austral, me motivó mucho su Plan de Intercambios. Siempre quise tener una experiencia en otro país, hasta que llegó el día. Estaba subiendo a un avión, me di cuenta de lo que estaba haciendo y me morí de miedo.

Decidí irme sola a Lyon, con poco conocimiento del idioma francés y siendo una persona que extraña mucho.

Llena de estudiantes, tanto locales como extranjeros, con mucha vida de noche y amigada con la moda “Eco Friendly”, Lyon es una ciudad joven, limpia, que cuenta con un sistema ecológico de transporte público. También posee su parte histórica y turística con gran variedad de museos, catedrales, parques, restaurantes y, en especial, dos ríos que rodean el centro de la ciudad, el Saona y el Ródano.

Durante el intercambio fui a la universidad Jean Moulin Lyon III, que ofrecía un programa en inglés especialmente diseñado para extranjeros. La sociabilidad me resultó fácil, ya que entré en un curso donde había 200 chicos en la misma situación que yo.

La universidad es muy linda, gigante. ¡Tiene una biblioteca de cinco pisos! A toda hora esos cinco pisos integrados por salones de lectura, lugares de trabajo en equipo y salas silenciosas, estaban repletos de estudiantes. La oferta deportiva de la universidad era excelente, contaban con una enorme variedad de actividades: yoga, gimnasio, tenis, equitación, esquí y fútbol, entre otros.

Las clases de los franceses me parecieron un poco conservadoras. El profesor se para frente a los alumnos y dicta el contenido durante dos horas y media. Los alumnos no participan, solo toman notas. Los extranjeros, en cambio, teníamos clases muy participativas. Los profesores se esforzaban en establecer esta modalidad para nosotros, para que pudiéramos aprovechar y enriquecernos mutuamente con diferentes culturas. En general, el profesor planteaba casos prácticos y luego cada uno participaba contando cómo se aplicaba eso en su país. Me encantó la experiencia, fue muy interesante; no solo aprender de los otros, sino también romper un poco mis estructuras personales, ya que no suelo participar mucho.

También fue súper enriquecedor la modalidad de parciales y finales. La mayoría eran orales, con grupos compuestos por estudiantes de diferentes países, por lo que conocí muchísimo trabajando con personas de distintas partes del mundo. Nos conocimos, aprendí a pararme frente a una clase con gente de diferentes sitios y a poder expresarme en otro idioma.

Estando geográficamente en el centro de Europa occidental, también pude viajar y conocer muchos lugares sin tener que recorrer largas distancias.

Durante esos meses crecí muchísimo personalmente. Hice amigos, aprendí a manejarme por la ciudad, a vivir sola, y a resolver distintos desafíos. Fue una gran etapa de autoconocimiento.