26 de May de 2018
“No tengo religión, tengo ansiedad.” Así dice uno de los hits de Ratones Paranoicos, banda que lidera Juan Sebastián Gutiérrez, más conocido como Juanse, a quien se lo vio hace unos días paseando por el edificio de grado de la Universidad Austral. Aquel joven excéntrico de Devoto que solía andar con un peinado agitado, campera de cuero y gafas de sol, se apareció con el pelo corto, ya encanecido, que contrastaba con su atuendo predominantemente negro, anteojos (pero ahora de leer) y accesorios que llamaban la atención: un crucifijo y un par de medallas de la Virgen Milagrosa.
Juanse, uno de los personajes más influyentes del rock urbano en el país, se acercó a la Austral para dar testimonio a un grupo de alumnos, profesores y miembros de la comunidad, de cómo la fe en Dios cambió su vida para siempre. Sin inhibirse, el frontman de Ratones Paranoicos habló abiertamente de su conversión al catolicismo, casi epifánica, y se mostró feliz y satisfecho de haber dejado atrás una vida de vicios. Reconoció que es fácil alejarse de lo que realmente importa en una sociedad que intenta “inyectar permanentemente el virus de la distracción”. Aseguró que hay que levantarse a pesar de los tropiezos e hizo referencia a las tres caídas de Cristo en el Viacrucis.
En un ida y vuelta de preguntas, Juanse predicó la importancia de no juzgar y sobre todo, de escuchar, cualidad sine qua non para cualquier músico. Con aires de templanza y sensatez, pero sin perder su “chispa” ni su humor característico, invitó a “animarnos desinhibirnos como niños”, citando al Padre Pío.
Aunque muchos pueden pensar que el rock y la Iglesia no van de la mano, su nuevo estilo de vida no le impide ni lo incomoda a la hora de hacer una de las cosas que más disfruta, a pesar de las temáticas típicas del género. Afirma que “cada uno puede tocar y escribir lo que quiere” y que “lo que importa es como vivís”. Sostiene que el no da testimonio renunciando a lo que hizo, sino con su persona.
Con humildad y adjudicando no a la casualidad, sino a la causalidad, Juanse aprecia cómo muchos hechos de su vida se fueron hilvanando para llegar a donde está hoy: ser un referente del rock nacional, con dos hijas a las que ama y cursando la carrera de Teología.
Al finalizar la charla, repartió estampitas y medallas religiosas a los que asistieron, para luego dar lugar al momento más esperado. La movida paranoica se trasladó al auditorio, donde Juanse deslumbró al público en un show casi íntimo. Interpretó “Vicio” y “Rock del Pedazo”, dos temas emblemáticos de la banda, y cerró con un clásico del rock and roll que tocaba junto a Pappo, “Ruta 66”.
Los músicos que lo acompañaron en esta ocasión no fueron ni más ni menos que alumnos de la universidad: la banda de rock Arrecife, un proyecto cuya génesis tiene lugar en el taller de bandas coordinado por el profesor Gastón Gadea. Un grupo con gran proyección, semifinalista del concurso “Camino a Abbey Road” el año pasado y compuesta por Tomás del Valle (voz), Jose Armendáriz (teclado y voz), Matías Diez (bajo), Nacho Bottarini (batería) y un guitarrista que los está acompañando actualmente, Max Nerbebury. A partir del segundo tema, Arrecife contó con un invitado especial: Ignacio Garay, Doctor en Filosofía y profesor de la universidad.
En una jornada donde convergieron la fe y el rock, Juanse afirmó que “de la conversión no se vuelve”. Pero hay algo que sí vuelve. Luego de su impasse de seis años, en septiembre pasado tuvo lugar la liturgia paranoica con un Hipódromo de Palermo colmado de gente. El 5 de mayo se presentó en el Festival Nuestro en Tecnópolis, para los que nos quedamos con ganas de seguir escuchando.