29 de May de 2017
Por Sofía Valenzuela*
Cuando decidí aplicar al intercambio en París, lo hice basándome en lo que recordaba de mi viaje, diez años atrás, y por las imágenes que tenía en mi mente, formadas por películas y libros. Creí tener una idea medianamente acertada, pero cuando llegué, me quedé asombrada.
Es mucho más linda de lo que recordaba y me imaginaba, mucho más grande e imponente. Sin lugar a dudas, creo que París es una ciudad espectacular y que, como a mí, puede sorprender a cualquiera. La perfección de los edificios, el tamaño de los monumentos, la simetría y prolijidad que tiene me deja hipnotizada cada día. Desde que llegué, me propuse en una suerte de juego, encontrar cuadras o edificios feos o en mal estado; llevo cuatro meses y los puedo contar con una sola mano.
Pero París no es solo su belleza, si no que además tiene significado. Tiene importancia en la historia. Poder disfrutar de cada barrio, de cada rincón, dándole un sentido más allá de lo estético es lo que termina de completar a esta ciudad. Es tal la cantidad de hechos históricos y la variedad de obras artísticas que surgieron allí…
Para mí, caminar por los jardines de Versalles no es solo quedarme desconcertada ante el encanto de sus pasillos, sino también sentir el entusiasmo de estar parada en el mismo lugar en que Luis XIV creó la propaganda política en Francia. Caminar por Montmartre no es solo admirar las calles que parecen salidas de un cuadro, si no también presenciar el lugar donde pintaban Van Gogh, Picasso y Matisse.
Al igual que me pasó con París, la experiencia superó mis expectativas. Irme de Argentina a otro continente, a vivir sola, a hablar un nuevo idioma, a relacionarme con gente que no conozco fue mucho más de lo que me imaginaba. Los deseos que tenía desaparecieron y fui creando otros nuevos. Decidí dejarme llevar, decir que sí a cosas nuevas, aunque fuesen desconocidas, y confiar en lo que la vida me presentase.
Al entusiasmo de vivir en una ciudad tan fascinante, que fui descubriendo de a poco, se le sumó un enorme crecimiento personal. Dejar de lado mi casa, mi familia, mis amigos, mi idioma y mi comodidad me hizo crecer de una manera que jamás imaginé. Estar lejos de todo me obligó a abrirme, a dejar de lado mis concepciones y prejuicios para incorporar nuevos valores. Viajar, conocer lugares, culturas y personas distintas me enseñó muchas cosas, igual o aún más importantes que las que aprendí estudiando y leyendo. Estar sola y tener tiempo para mí misma me dio lugar a explorar nuevos intereses y gustos, partes de mi persona que quizás nunca hubiese conocido.
En estos últimos meses viví momentos y sumé recuerdos que siempre voy a llevar conmigo y que me ayudan a seguir formándome. Estoy convencida de que todas las nuevas herramientas, los intereses e ideales que incorporé me enriquecieron enormemente. Además de todo lo nuevo, esta experiencia me ayudó a descubrir lo que ya tenía. Es cierto lo que la gente suele decir, que uno conoce su país cuando se va. Lo mismo pasa con todo lo que uno tiene. La distancia me hizo tomar conciencia de mi vida, y le agregó un valor especial. Después de esta experiencia, vuelvo a Buenos Aires con un “upgrade”; con mi vida de siempre afianzada y con nuevas virtudes y desafíos por delante.