26 de abril de 2017
Mg. Lucas Lehtinen, coordinador de la Diplomatura en Propiedad Intelectual, escribió una columna de opinión para El Cronista.
Cómo construir un país desarrollado en el siglo XXI
Cada año la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) publica el Índice Mundial de Innovación, que clasifica los resultados de la innovación de 128 países y economías de distintas regiones del mundo, sobre la base de 82 indicadores. Este índice examina la incidencia de las políticas orientadas a la innovación en el crecimiento económico y el desarrollo, estableciendo qué estrategias son más adecuadas.
Argentina en el último trienio ha decrecido en la escala global de países innovadores, quedando en el puesto 81 y detrás de varios países de la región, entre ellos Chile, Brasil y Perú. Según el informe, esto se debe en parte a la falta de mecanismos de incentivos adecuados a la innovación y a la construcción de una economía de conocimiento.
Cuando hablamos de innovación nos referimos a las ideas, hablamos de creaciones y con ello, de propiedad intelectual. Es decir, la forma de proteger esas creaciones de la mente, así como el arte, la literatura, el software, los símbolos, marcas, nombres e imágenes utilizadas en el comercio para generar desarrollo económico en el país.
Las estadísticas de organismos internacionales como la OMPI muestran que hasta el 80% del incremento del PBI de los países en desarrollo durante los últimos años se debe al correcto empleo de estrategias de innovación y el uso efectivo de la propiedad intelectual.
En particular, sectores de la economía creativa representan entre un 4% a un 6% del PBI. De este modo, incentivar la captación de valor de nuestras creaciones es fundamental para construir un mejor desarrollo en un mundo que prioriza el conocimiento como elemento diferenciador.
Un buen ecosistema de propiedad intelectual se convierte en una herramienta estratégica que permite acceder a otros derechos, por cuanto apostar a la protección de la innovación implica encontrar mejores soluciones para la salud, la alimentación, el empleo y otras áreas que contribuyen al desarrollo social.
Cuando el argentino César Milstein desarrolló su técnica para crear anticuerpos, jamás imagino que su innovación científica e invención podrían ser citadas en 72.436 solicitudes de patentes a nivel mundial o formar parte de 6102 familias de patentes. Su idea había cambiado al mundo de la medicina, de allí el premio Nobel de 1984. Argentina tiene condiciones para recrear este contexto que impulse un cambio social positivo, captando el valor en la economía del siglo XXI.
Para ello es necesario repensar nuestro ecosistema de propiedad intelectual, otorgando posibilidades para que se proteja la innovación, no solo con una actualización legislativa, adoptando instrumentos internacionales en la materia, como por ejemplo el tratado de cooperación en materia de patentes (PCT), sino también la generación de un sistema de incentivos registrales que otorguen una rápida protección y posibilidad de captar valor de los intangibles.
Argentina se puede destacar en diversas áreas (industrias creativas, biotecnología, entre otras); por eso en el día de la propiedad intelectual es importante señalar que debemos construir una adecuada protección para crear desarrollo económico y social.